Existe un hábito tristemente extendido entre la población en España (y en el mundo entero) que convierte a la cavidad oral en un lugar especialmente vulnerable a sus efectos, provocando lesiones de boca que pueden ser irreversibles si no se localizan a tiempo.
La mala noticia es que, en muchos casos, los daños colaterales que ocasiona el tabaquismo (hábito al que nos referimos y principal enemigo de la salud bucodental) permanecen camuflados y no dan la cara. Es por eso que mantener las visitas regulares al dentista es una costumbre absolutamente imprescindible.
Para saber qué sucede en nuestra boca cuando fumamos, qué consecuencias puede tener, si éstas son irreversibles o no, y cómo tratarlas, hemos hablado con el doctor Fernando Soria, maestro en odontología reconstructiva, y experto en periodoncia.
El doctor Soria comienza explicando que, sin concesiones, «la cavidad oral es especialmente vulnerable a los efectos del tabaco, y el hábito de fumar está directamente relacionado con una larga lista de enfermedades«.
Halitosis, decoloración dental, periodontitis, ralentización en la cicatrización y, en el extremo más grave, cáncer oral, son sólo algunas de las consecuencias que provocan los cigarrillos en la salud bucodental.
Además de que los componentes que lleva el tabaco alteran la capacidad de cicatrización de las heridas en la boca, «existe evidencia científica que confirma la relación entre el tabaco y la periodontitis. Los fumadores tienen un riesgo de 5 a 20 veces mayor que los no fumadores de padecer enfermedad periodontal (enfermedad de las encías)», explica el doctor Soria.
Otra circunstancia recurrente es que «la microbiota bacteriana de la mucosa oral se vuelve más agresiva por culpa del tabaco. La vascularización de las encías se ve afectada, empeorando el riego sanguíneo. Como consecuencia, la respuesta ante las bacterias está disminuida, lo que reduce la función de defensa ante las bacterias presentes en boca».
El consumo de tabaco es el segundo factor de riesgo modificable, después del control de la placa, en lo que respecta al desarrollo de la enfermedad periodontal. Pero se trata en este caso sólo de una consecuencia, puesto que la lista es muy larga, ya sea por culpa de las sustancias nocivas que lleva el cigarrillo, o por el calor que desprende en la combustión.
Algunas de las patologías que puede provocar el hábito tabáquico son cambios en la composición y la cantidad de saliva; candidiasis oral; caries; disminución de la agudeza olfativa y gustativa; fallo en los implantes; melanosis del fumador (pigmentación benigna de la mucosa oral); y tinciones y manchas en la superficie dentaria.
Pero más allá de estos daños colaterales reversibles, fumar puede provocar una lesión de gran riesgo denominada leucoplasia, enfermedad preneoplásica que podría evolucionar a cáncer oral.
Existe una elevada incidencia de gingivitis (inflamación de las encías) y enfermedad periodontal entre los pacientes fumadores. También la caries es un problema más habitual que en la población no fumadora.
Como explica el doctor, «la gingivitis es el primer estadio que, si no es tratado convenientemente, evolucionará a periodontitis. En esta segunda fase ya va a afectar al tejido óseo situado bajo la encía. Se trata de una relación causa-efecto directa».
Y no sólo se trata de las enfermedades de las encías, sino del problema añadido de que se trata de patologías «que no causan dolor. La periodontitis es una enfermedad destructiva crónica, que avanza lentamente (en implantes dentales su avance es más rápido) y pasa desapercibida por el paciente. También porque normalmente las encías del paciente fumador no suele sangrar y tiene un pseudo aspecto saludable».
Si el paciente no asiste con asiduidad a sus revisiones dentales, y no es diagnosticada la patología de sus encías, la enfermedad avanzará hasta que las piezas dentales comienzan a moverse como consecuencia de la pérdida de los tejidos que soportan al diente (encías y tejido óseo).
«En esta fase de la enfermedad, la consecuencia para el paciente puede ser la pérdida de sus piezas dentales, de manera total o parcial. Por eso es tan importante la calidad de la higiene en el paciente fumador, que elimine las bacterias para evitar la enfermedad de las encías».
Desde el momento en que un fumador abandona el hábito «la revascularización de las encías y la respuesta del sistema inmunitario frente a las bacterias de la boca volverá a su normalidad, similar a un paciente no fumador».
A partir de aquí, como explica Fernando Soria, «será importante evaluar cuáles son las secuelas que dejó el hábito tabáquico, qué daño ocasionó a los tejidos duros de la boca (caries) y cómo afectó a las encías y al tejido óseo que sostiene a las piezas dentales. Las lesiones de caries serán restauradas, dependiendo de su tamaño».
Respecto a la enfermedad periodontal, que ya comienza a afectar al hueso además de a las encías, puede clasificarse como leve, moderada o avanzada. «El estadio leve es de fácil resolución; con un raspado y alisado radicular (curetajes) puede ser suficiente».
Cuando la evolución de la periodontitis es moderada, «será necesario un tratamiento de raspado y alisado radicular junto a técnicas de microcirugía resectivas o regenerativas de los tejidos perdidos, dependiendo de cada caso y del correcto diagnóstico».
En su fase más grave, cuando la pérdida de encía y tejido óseo es grande, «normalmente vamos a necesitar extraer las piezas dentales y reemplazarlas por implantes», señala el odontólogo.
Como conclusión final, el doctor deja un mensaje claro: «es bien sabido en medicina que la prevención es clave. Esto quiere decir que las visitas periódicas de control de los pacientes fumadores al dentista deben ser con mayor frecuencia que el paciente no fumador».