La única constante del sanchismo es su murphiana capacidad de ir de mal en peor. Todo lo malo puede empeorar: he ahí el adagio proceloso que hoy domina a la muchedumbre. Cada día crece el número de espíritus críticos que, tal como los fumadores prometen dejar su vicio, se propone inútilmente renunciar al telediario en defensa de su paz interior. Pero no hay nada que hacer en esta sociedad medial: cada día traerá, de modo indefectible, sus malas noticias por mil caminos diferentes para quitar el sueño al más pintado. Mientras perdure el sanchismo la mala sorpresa estará garanti ...