Durante años la prensa estadounidense retrató a Hirohito, emperador de Japón, como un fanático imperialista que aplastaba a los pueblos vecinos, como un radical a la altura de Hitler y como un sádico que provocaba la muerte de cientos de miles de jóvenes estadounidenses. Los artículos y caricaturas dibujaban al ‘divino monarca’ como un ser enloquecido con las manos manchadas de sangre. Tanto los soldados americanos que sirvieron en el Pacífico como los civiles odiaban profundamente a la cabeza del imperio nipón que había aprobado el ataque de Pearl Harbor. Pero terminada la guerr ...