En el alborear de mañana brumosa que presagia soleada jornada estival, en una de esas pocas barriadas en las que cohabita la pesca artesanal con chiringuitos marineros y en las que los veraneantes hacen parada (de selfis) y fonda (de “pescaíto frito”), un espalda encorvada que desanuda redes eleva su voz ronca por el relente sobre el tráfago de madrugadoras zapatillas deportivas que corren por el paseo marítimo como si no hubiera mañana. “¡Que bien vives!”, saluda cáustico a un cuarentón descamisado, de bruñido torso tatuado, que camina a rastras de dos juguetones canes. Impá ...