El día de la elección de Benedicto XVI, el teólogo Leonardo Boff sacó el hacha de la separación, convertido ya en nuestro modo característico de pensar y actuar, y manifestó sentirse “sorprendido y decepcionado”, calificando a Ratzinger de “un hombre duro y sin misericordia”. El temor del brasileño gravitaba sobre la posibilidad de que “un inmenso infierno de hipocresía reine en la Iglesia”, con el consiguiente “éxodo de católicos bajo su pontificado”. ¿Acertó Boff en su diagnóstico lleno de furia? Ésa no es una imagen que pertenezca a la historia, sino más bien ...