Que Luka Doncic, tenga algún que otro kilo de más, sobre todo desde la óptica del basket actual, le da aún ventaja. Y, si me lo permitís, luego retomamos ese tema, central de este post. En esta primera jornada del grupo C, el de España, Doncic, el solo, ha hecho saber a Argentina, en tan sólo un puñadito de minutos, que no iban a poder ganar. Hicieran lo que hicieran. Ese traspaso de sensaciones al rival no se puede ponderar ni con sus 17 puntos en el primer cuarto. Acabaría con 48 puntos, 11 rebotes, 5 asistencias y una cómoda victoria (100-118). Diría que, el más 34 con él en la pista es lo único que puede reflejar su influencia en el juego.
Estaremos de acuerdo en que la técnica individual y puntería de Doncic está muy por encima de la mayoría de los jugadores del mundo. Que cuando se le pone esa cara de cabroncete... con esa mala hostia canaliza y rentabiliza su juego mejor (¿Lo habrá aprendido de Rudy?) que la mayoría de jugadores del mundo. Estaremos de acuerdo que su altura (2.01m), en la posición de base, está por encima de casi todos los jugadores del mundo. Que su inteligencia y determinación en la pista está por encima de casi todos los jugadores del mundo.
Ahora bien, hablemos de un tema más discordante, su peso. En la NBA le dan oficialmente 104 kilos. Ahora mismo, ¿alguno más o un peso muy parecido? No lo sé. FIBA no ofrece ese dato. Tal vez sea el tercer jugador más pesado de su equipo. Vemos fibrados pívots que corren al contraataque como aleros, aleros que corren al contraataque como bases. Atléticos, delgados, rápidos, eléctricos. Doncic, no podía ser de otra forma, vuelve a sacar ventaja, incluso de algo que se atisba en el basket moderno como una desventaja. Sólo los genios pueden salir benificiados yendo en contra del sistema que impera, a los mortales nos arruinan. Mata a todo el mundo en el poste bajo con su peso, en el choque, bloqueando el rebote. Otra circunstancia atroz para quién intenta que no se sienta cómodo en la pista, la mayoría de sus defensores, tal y como pasaba con Magic Johnson, no pueden ver el balón cuando él lo está botando, hecho que le convierte en un atacante aún más imprevisible.
Recuerdo una conversación con Esteve Rubio, padre de Ricky, en una presentación de mi libro Historia del Baloncesto en España, en Mataró en 2018, es decir, justo cuando el esloveno hizo las maletas para jugar en la NBA. La duda que nos surgía, y eso que en ese tiempo el chaval pesaba 5 o 6 kilos menos, era si le iba a faltar velocidad para ser una estrella en la NBA. Ahora sabemos que la combinación de una buena colocación, ir muy fuerte, a tiempo, acelerando y desacelerando, hacer suyo los ritmos y tener un dominio de balón bestial que le permite botar bajo y alejando muchísimo el balón le hace no necesitar una velocidad continuada para dominar los partidos. No le impide siempre tener la la mirada sobre sus compañeros y sus rivales. Su velocidad continuada está en la buena toma de decisiones, su brutal dominio del pick and roll, en su velocidad de manos… y llevar a su defensor, aunque sea poco a poco, al lugar donde él quiere. Desmonta, sin prisas, la defensa contraria cuando quiere. Doncic no necesita mayor rapidez que la de la ejecución de sus jugadas y su avistado uso de los espacios. Estamos ante un jugador que va para ser una mejor versión del ya nombrado Ervin Magic Johnson, para mí, el jugador menos replicable de la historia.