Por todos lados se escucha con dolor la pérdida del camino, del sentido, pero sobre todo, la angustia de no saber dónde rascar para encontrar la esperanza. Los discursos no encienden. La promesa de un futuro mejor suena a dentista diciendo que el torno no duele nada. Las paredes no rezan venceremos. Pocos se animan a presagiar salidas por izquierda y si alguien se anima a declarar aquello de que “cuanto peor mejor” porque se agudizan las contradicciones y entonces el pueblo comprenderá que el capitalismo está destinado a destruir, que no hay capitalismo blando, seguramente será aplastado con la evidencia de 1976...