El 19 de junio de 1935, el diario La Hora anotaba: “En la tarde de hoy se entrega en los talleres del Ferrocarril al Pacífico, el cañón que, procedente de las campañas españolas en África, llegó al país, enviado por aquel gobierno para que se fundan los bustos en honor del Gran Adelantado don Juan Vázquez de Coronado, fundador de Costa Rica.
”Este cañón es todo de bronce, de la más fina construcción y de un valor insuperable. Esos bustos (…), serán colocados en algunas plazas públicas de la capital y en Cartago.
”Todos los trabajos para lograr tan importante confraternidad entre España y Costa Rica se deben al esfuerzo del señor ministro de España, don Luis Quer y Boule, quien dispuso la ejecución de tales bustos, después de obtener el original del retrato del artista Tomás Povedano y Arcos” (Hoy entregan el cañón de bronce de las campañas de África).
Los conquistadores de América fueron responsables de una de las mayores aventuras que haya contemplado la humanidad. La suya fue una empresa que cambió el mundo para siempre y que, con sus luces y sus sombras, dio origen a toda una cultura y aún más, a una civilización: la hispanoamericana, la nuestra.
La conquista de la actual Costa Rica tiene también un personaje de aquella catadura. Juan Vázquez de Coronado y Anaya (1523-1565) nació en Salamanca, hijo de Gonzalo Vázquez de Coronado y Catalina de Anaya y, por tanto, sobrino del célebre conquistador y explorador Francisco Vázquez de Coronado (1510-1554).
En 1540, con solo 17 años, se embarcó hacia Nueva España para establecerse en la provincia de Tlaxcala, de donde pasó a Guatemala. Fue allí donde comenzó a desempeñar cargos oficiales, tales como el de diputado del cabildo y alcalde ordinario de la ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy Antigua Guatemala.
En 1548 contrajo nupcias con Isabel Arias Dávila y Poblete, pariente cercana de Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua. Pasó luego a El Salvador, donde fue encomendero; para después ser nombrado alcalde mayor, primero, de San Salvador (1549), luego de Honduras (1556) y, por último, de Nicaragua (1561).
En ese año, además, fue nombrado alcalde mayor de Nueva Cartago y Costa Rica, con la comisión de continuar su conquista, ya iniciada por Juan de Cavallón. Sin embargo, la situación aquí era complicada; estas eran tierras altas, quebradas y aisladas, sin grandes riquezas materiales que atrajeran a más conquistadores.
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Por otra parte, aunque su antecesor había fundado la “ciudad” de Garcimuñoz, en el Valle del Virilla, los indígenas no aceptaban la presencia extranjera y estaban dispuestos a alzarse contra cualquier otra intrusión hispana. Así, la primera medida del conquistador fue auxiliar a quienes se habían quedado aquí; pero, entre socorrerlos y luchar contra los nativos, durante el primer año su comisión no avanzó.
Empero, en 1563, tras marchar a Nicaragua en busca de refuerzos, recorrió con su renovada hueste buena parte del actual territorio costarricense, ampliando la visión de parte de los hispanos. Por último, en 1564, trasladó Garcimuñoz al Valle del Guarco, en la confluencia de los ríos Purires y Coris: “Trace una cibdad en aquel valle, en un asiento junto a dos ríos. (…) Nombre a la cibdad Cartago, por llamarse esta provincia deste nombre” (Cartas de Relación sobre la conquista de Costa Rica).
Luego, para consolidar jurídicamente sus conquistas, aquel mismo año se trasladó a España, donde emprendió sus gestiones ante la Corte de Felipe II en abril de 1565. De esa diligencia, obtuvo los títulos de gobernador vitalicio y el hereditario de adelantado de la provincia de Costa Rica, así como licencia para seguir sus expediciones.
Sin embargo, antes de regresar a su gobernación pasó por Salamanca y otras ciudades de Castilla, donde reclutó como futuros colonos a algunos artesanos, agricultores y nobles. La nave en la que viajaba de vuelta naufragó en la barra del Guadalquivir, a la salida de Sanlúcar de Barrameda, en el océano Atlántico, en octubre de 1565.
Pese a que al momento de su desaparición la obra de Vázquez de Coronado quedó inconclusa, se le tiene por el verdadero conquistador de Costa Rica, puesto que fue el que alcanzó un mayor conocimiento de su territorio. Además, la leyenda rosa tejida a su alrededor lo hizo ver como “el pacificador de unos indígenas a los que atrajo sin mayor violencia”, lo que lo convertiría también en el fundador de Costa Rica.
Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que del final del siglo XIX al final del XX, su figura despertó aquí respeto, admiración y un deseo de ligarlo a nuestro “cielo y suelo” –según expresión del mismo personaje– de muy diversas maneras. Así, lo tienen los cartagineses por fundador de su ciudad en 1663.
En 1908, en Barcelona, el historiador Ricardo Fernández Guardia publicó sus 11 cartas de relación de la conquista de Costa Rica. En noviembre de 1910, un decreto del Congreso creó en su honor el cantón de Coronado, número 11 de la provincia de San José. Al conquistador le dedicaron artículos, opúsculos y libros enteros toda clase de investigadores; el más importante de ellos fue la biografía escrita por el historiador Carlos Meléndez, ganador del certamen convocado por el Instituto de Cultura Hispánica en 1964.
En lo que a plástica se refiere, el pintor Tomás Povedano fue el primero en ejecutar su retrato idealizado, a principios de la década de 1930, y de tratar el episodio del rescate de la princesa indígena Dulcehe, en otro cuadro no acabado. No menos idealizado es el modelo en yeso que le dedicara el artista Roberto Sanvicente, mientras que, en 1940, el escultor Louis Feron lo incluyó de cuerpo entero en el dorado mural de estuco del Salón Diplomático, en el Aeropuerto Internacional La Sabana (actual Museo de Arte Costarricense).
En la numismática, con imágenes a partir de las de Povedano, figura en ambas caras del billete de 2 colones que puso en circulación el Banco Nacional en 1941. El Banco Central, a su vez, utilizó su efigie en dos monedas conmemorativas: la de 5 colones acuñada en 1970 para el cuarto centenario de la fundación de Cartago (1564-1964), y la de 1500 colones de 1982, donde comparte imagen con Cristóbal Colón.
Pese a todo lo anterior, como se ha visto, todavía en 1935 seguía el conquistador sin estar presente en ningún monumento de la ciudad de las brumas. Aún más, hasta donde hemos indagado, ni siquiera el intento de ese año dio los frutos deseados, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿qué fue del cañón de su bronce regalado? Porque los pretendidos bustos no están en ningún lado, ni en San José ni en Cartago.
También en setiembre de 1935, consideró el municipio cartaginés la idea de construir en la plaza de Los Ángeles un monumental obelisco en memoria del personaje… proyecto que tampoco prosperó. En 1941 –¿por no haberse concretado las anteriores iniciativas? – el señor Luis Orozco, director de la Escuela Domingo Sarmiento, propuso a la Junta Pro-Cartago la erección de un monumento al adelantado en la ciudad.
Más, pese al apoyo de esa junta y a las instancias realizadas ante el gobernador provincial, el ministro de Educación, la colonia española residente en Costa Rica, la municipalidad cartaginesa y la Inspección Escolar Provincial, ese proyecto tampoco se realizó. De modo que tendrían que pasar casi 35 años más, para que el monumento se hiciera realidad… eso sí, en San José.
Fue en coincidencia con la celebración de la Independencia, el 15 de setiembre de 1977, que arribaron al país los reyes de España, don Juan Carlos I y la reina doña Sofía. En el Aeropuerto Juan Santamaría, los recibieron el presidente de la República, don Daniel Oduber Quirós, sus ministros y miembros de los altos poderes.
Aquella visita, que despertó un enorme entusiasmo en nuestro pueblo, coincidía con el 25 aniversario de la fundación del Instituto Costarricense de Cultura Hispánica; ocasión por la que también se emitió un sello de correos. La culminación del festejo vendría unos días después con la erección de un monumento al conquistador.
Así, apenas habían partido sus españolas majestades, cuando arrancaron los trabajos preparatorios del pedestal y los jardines que rodearían la estatua, en la esquina suroeste del parque España. La pieza había sido realizada por el escultor español José Antonio Márquez (1937-2024), y se trataba de un bronce de 3 metros de alto y casi dos toneladas de peso, que representa a Vásquez de Coronado de pie.
La imagen, imponente, fue una donación del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid al gobierno de Costa Rica, y se inauguró el 12 de octubre de 1977, por conmemorarse entonces el Descubrimiento de América y ser el Día de Hispanidad.
El sencillo acto de develación fue a las 11 de la mañana, con la participación de los alumnos de la Escuela España, el canciller Gonzalo Facio y don Luis Arias, primer secretario de la embajada española. Fue así cómo, 400 años después, el monumento al fundador de la ciudad de Cartago… vino a estar por fin en San José.