Se le atribuyó la comisión de cuatro homicidios. La policía fabricó las pruebas para inculparlo y los jueces las admitieron a sabiendas de que eran espurias. A la postre, en 1968, la justicia japonesa lo condenó a la pena de muerte por ahorcamiento. Desde entonces, pasó 45 años en el corredor de la muerte esperando cada día que le fuera anunciada la ejecución con una hora de anticipación.
En estos días se demostró su inocencia: es una víctima de la justicia, de la colusión de los jueces y la policía (El País, 26 de setiembre). En los años de privación de libertad y de agonía, lo perdió todo, hasta la cordura: los demás saben quién es y lo que le ha pasado; él ya no lo sabe.
Si queremos decirlo con ironía, digamos que después de tanto tiempo la justicia se ha reivindicado: gracias a ella, a los 88 años, su presa vuelve a ser un hombre libre.
Otros no tienen tanta suerte. En marzo de 1942 murió en prisión un poeta admirable, asesinado por omisión. Sucedió un año antes de que yo naciera. Creo que conocí algo de su historia y su poesía cuando cursaba los Estudios Generales, de grato recuerdo, en la Universidad de Costa Rica.
Eran otros tiempos: memoricé su “Elegía a Ramón Sijé”, que se cuenta entre las más conmovedoras de la literatura en nuestra lengua: “Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano”. Sijé murió a los 22 años, la Nochebuena de 1935.
El poeta falleció a su vez en marzo de 1942 después de sufrir persecución y cárcel, sacrificado por otra modalidad de la justicia. Tenía 32 años. En ese tiempo, en su país, era fácil morir joven.
Encarcelado y acuciado por la premonición de su inminente fin, escribió “Las nanas de la cebolla”, mensaje de impotencia, de amor a su familia y de ánimo para su hijo: “No te derrumbes. / No sepas lo que pasa / ni lo que ocurre”.
El mismo medio que cité informa en la misma edición que la familia del poeta pidió que se anulen los sumarios que lo condenaron a muerte, que carecieron de rigor jurídico y no le permitieron defenderse. Tal vez lo consigan; pero, a veces, la justicia…
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.