Mientras se disputan los Juegos Olímpicos de París 2024, resurge el debate sobre los factores de éxito de una nación en el deporte. Modelos econométricos utilizan variables, como la población, el PIB per cápita, el desempeño anterior y la localía, que poseen un alto grado predictivo. La confluencia de una economía próspera y una población numerosa otorgan ventajas significativas en el ámbito deportivo.
Los países más prósperos destinan cuantiosos recursos a la promoción, la provisión de infraestructura y la utilización de tecnología de punta. Esta bonanza también se traduce en más tiempo de ocio para la población y una amplia oferta de talento disponible.
Una mayor población no solo ensancha la cuota de deportistas, sino también nutre un mercado interno para patrocinios y competencias profesionales. La sinergia crea un ecosistema deportivo fértil: inversiones en desarrollo atlético, una cantera diversa y abundante, y un sólido respaldo tanto económico como popular.
Sin embargo, estos indicadores, aunque relevantes, no proporcionan una imagen completa del potencial deportivo de una nación. El concepto de progreso social ha ganado importancia en los últimos años como un complemento crucial de las medidas puramente económicas.
El progreso social evalúa el desempeño social y ambiental de los países, basado en tres dimensiones principales: necesidades humanas básicas, fundamentos del bienestar y oportunidades. Estas incluyen indicadores como acceso a agua potable, información y comunicaciones, así como nutrición, educación, derechos personales y libertad de elección.
La contribución del progreso social al deporte es multifacética. Comienza con los aspectos más básicos, como el saneamiento, la vivienda y la alimentación, que establecen las condiciones mínimas para una vida saludable y activa.
La educación integra la actividad física y el deporte en el currículo escolar como base para una cultura deportiva sólida. Los buenos servicios de salud y programas de nutrición adecuados resultan esenciales para el desarrollo óptimo de los atletas. La libertad personal y la equidad de género amplían significativamente la base de talentos. Una sociedad tolerante e inclusiva que valora a los migrantes enriquece su diversidad cultural y amplía su reserva de talentos deportivos.
Este enfoque integral del progreso social crea un ecosistema favorable para el desarrollo deportivo y propicia que naciones de diversos tamaños y recursos económicos brillen en el ámbito global. Economías y poblaciones relativamente pequeñas han logrado destacar de manera sorprendente: Jamaica, en pruebas de velocidad; Kenia y Etiopía, en carreras de larga distancia; Nueva Zelanda, en rugby, remo y ciclismo; y Noruega, en deportes de invierno. Eslovenia ha alcanzado éxitos en ciclismo, fútbol y baloncesto, mientras que Finlandia destaca en atletismo, automovilismo y hockey sobre hielo.
Costa Rica, a pesar de sus limitaciones económicas y demográficas, ha demostrado que el progreso social puede ser un catalizador para el éxito deportivo. Atletas como Sylvia y Claudia Poll en natación, Keylor Navas en fútbol, Paulo César Wanchope en fútbol y Andrey Amador en ciclismo han cosechado éxitos extraordinarios en la élite mundial. Su triunfo se debe a la disciplina y el esfuerzo individual, pero también al apoyo de sus familias y el sector privado, todo ello sustentado en la plataforma de progreso social que el país ha construido a lo largo de décadas.
Para que Costa Rica continúe y mejore su trayectoria en el deporte, es imperativo mantener y fortalecer los factores del progreso social. En los últimos años, el deterioro de algunos indicadores, especialmente servicios básicos como educación y salud, tolerancia e igualdad de oportunidades, representa un desafío que debe abordarse con urgencia.
En el plano deportivo, hacen falta políticas que integren el deporte en el sistema educativo, inviertan estratégicamente en disciplinas con ventajas competitivas y masifiquen la práctica deportiva local. La participación de la empresa privada es fundamental, y debe incentivarse mediante estímulos que fomenten la inversión en infraestructura, actividades, deportistas y disciplinas específicas.
Una combinación de estrategias optimizaría el impacto de los recursos limitados y crearía un ecosistema deportivo sostenible y dinámico. Al diversificar las fuentes de apoyo y promover la colaboración entre los sectores público y privado, el país podrá desarrollar un modelo deportivo robusto y adaptable, capaz de nutrir el talento local y fomentar una cultura deportiva inclusiva y de alto rendimiento.
En conclusión, el PIB no determina el destino nacional en el ámbito deportivo. Al enfocarse en políticas innovadoras, fomentar la colaboración intersectorial y aprovechar sus fortalezas únicas, Costa Rica alcanzará objetivos ambiciosos de política pública, incluido el desarrollo deportivo de alto nivel.
La creatividad, la determinación y las estrategias de progreso social adaptadas al contexto local se traducen en éxito y en un desafío a la noción de que solo las naciones grandes y ricas son capaces de sobresalir en el escenario deportivo mundial.
Víctor Umaña es economista agrícola. Realizó sus estudios de posgrado en Economía Política Internacional en la Universidad de Berna y el ETH de Zúrich, Suiza. Es consultor internacional en comercio internacional, competitividad y desarrollo sostenible.