Cuando tenía 39 años, Kattia Espinoza Zamora sintió una “bolita” en su seno izquierdo. Preocupada, asistió a su centro de salud y solicitó una mamografía. Ahí le preguntaron si tenía familiares con cáncer de mama o si anteriormente había padecido cáncer. Ante sus respuestas negativas, se le dijo que no se le podía realizar una mamografía, porque aún no cumplía 40 años, aunque estaba a meses de llegar a esa edad.
Esta vecina de San Rafael de Heredia no se quedó tranquila. Fue a una clínica privada y pagó la realización de una mamografía y un ultrasonido. Ahí le confirmaron sus sospechas: esa “bolita” era un tumor maligno. Esto ocurrió en el 2018.
Con ese diagnóstico, fue a la Clínica de Mama del Hospital San Vicente de Paúl, en Heredia. Ahí supo que su tumor era triple negativo, que es más común en menores de 40 años. Se caracteriza por ser más agresivo que otros tipos de tumores de seno, ya que las células cancerosas se reproducen rápidamente. En el hospital herediano, recibió quimioterapia, radioterapia y le hicieron una cuadrantectomía (cirugía que extirpa el cáncer y una parte del tejido circundante al tumor, sin eliminar la mama por completo).
Su oncólogo le puso una cita de control seis meses después. En el tiempo de espera, tuvo una recaída; se sintió otra “bolita” en el mismo seno y debió acudir nuevamente a la medicina privada. El resultado fue positivo. Con ese diagnóstico, volvió al hospital de Heredia, donde le efectuaron una mastectomía.
Desde ese momento, sus citas de control pasaron a ser cada tres meses. En el 2020, le detectaron dos nódulos cancerosos en el pulmón derecho. Ya eso significaba metástasis. El proceso con la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se volvió más rápido, pero ella siempre optó por hacerse la biopsia en un hospital privado, que le ofrecía un tiempo de espera menor. Solo esa biopsia le representó una erogación de ¢1 millón.
“Yo no podía dejar pasar más tiempo. Estaba muy nerviosa. Ya había perdido mi mama izquierda y no quería perder más tiempo. No quise esperar a que la Caja me realizara la biopsia. Cada día que ganara era mucho para mí”, recordó.
El cáncer en el pulmón tenía marcadores genéticos diferentes al de mama; ahí se encontró la proteína HER2, que también puede hacer más agresiva la enfermedad, con la ventaja de que este tipo de tumor responde bien a terapias dirigidas.
Desde que le encontraron el tumor en el pulmón le realizaban un tac (tomografía axial computadorizada) de tórax, abdomen y pelvis cada tres meses, pero nunca de cerebro.
En enero de este año comenzó con migrañas muy fuertes que eran ya intolerables, algo inusual en esta educadora, quien nunca había padecido de dolores de cabeza. Se le adormecían los dedos de manos y pies y había perdido movilidad en el brazo izquierdo.
“Fui muchas veces al hospital con el dolor de cabeza, les explicaba que era paciente oncológica. Me daban una inyeccioncita, una pastilla. Yo sabía que era algo más. Tuve que ir a pagarme un tac de cerebro, porque no eran normales esos dolores de cabeza. Ahí aparece que tengo un tumor de 3x4 en el parietal derecho”, recordó.
Con ese diagnóstico, se fue a Emergencias del hospital de Heredia para mostrarles el resultado, dado que todavía estaba lejana su cita con el oncólogo. Al ver el resultado, la remitieron al Hospital México. Ahí estuvo internada 22 días. En aquel momento, no podían hacerle resonancia magnética dada la inflamación que tenía en la cabeza, por lo que se le dijo que se le daría cita para una fecha posterior.
Ese tumor también salió positivo a la proteína HER2 y Espinoza fue sometida a cirugía en marzo pasado.
Hace 22 días, se realizó una resonancia magnética por lo privado, porque seguía a la espera del examen en la CCSS. El costo de esa prueba ascendió a casi ¢400.000.
“Necesitaba hacérmela para saber cómo estaba, porque sentía que tenía que seguir esperando muchísimo para que la Caja me la hiciera”, destacó.
Si ella cuenta la cantidad de dinero destinada a exámenes diagnósticos (biopsias, mamografías, ultrasonidos, tacs y resonancia magnética) que le han permitido ganar tiempo en la lucha contra el cáncer, la cifra fácilmente podría superar los ¢5 millones.
No se arrepiente de la inversión en salud, pero también sabe que tenía derecho a estos exámenes en el sistema público, como asegurada que es.
Sus luchas se enfocan ahora en conseguir un medicamento indicado por su oncólogo en el hospital de Heredia desde el 2020, pero que la CCSS le ha negado en dos ocasiones. Se llama trastuzumab deruxtecan y le ayudaría a controlar sus tumores en pulmón y cerebro.
“Sé que es un tratamiento costoso pero efectivo, y evitaría que mis células cancerosas proliferen tan rápidamente. La respuesta que da la CCSS es que no se recomienda para mí porque no hay enfermedad medible, es decir, no pueden determinar el tamaño de las células que pudieron quedar en el cerebro luego de la cirugía. ¿Cómo van a darme esa respuesta cuando la CCSS no me ha hecho una resonancia magnética para medir la enfermedad?”, dijo.
Con la ayuda de la asociación de pacientes Mujeres en Rosa, interpuso un recurso de amparo para obtener este tratamiento.
“Yo quiero vivir y tener calidad de vida. No es bonito. Esta es mi cuarta recaída. Otros pacientes pasan por lo mismo, los diagnósticos deben ser más oportunos. Y si mi oncólogo, que me conoce y conoce mi enfermedad, dice que ese medicamento va a hacerme bien, deberían tomar eso en cuenta”, destacó.