Hace cuatro décadas en América Latina, realmente, se alinearon las estrellas. Chayanne, Franco de Vita, Juan Luis Guerra, María Conchita Alonso y Andrés Calamaro lanzaron su primer álbum como solistas en el mismo año: 1984.
¿Qué pasó en ese año para que brotaran tantas carreras artísticas exitosas? Las causas son innumerables y, como en todo fenómeno, siempre hay algo de causa y algo de azar, como canta Silvio Rodríguez.
Para analizar este tema, La Nación conversó con Alfredo Chino Moreno, locutor radial y músico de bandas fundamentales de la historia de Costa Rica como Manantial o La Banda.
Para él, no hay uno o varios factores a los que se pueda atribuir esta coincidencia, pero sí que la industria de la música estaba cocinando un ambiente perfecto para que surgieran figuras como las ya mencionadas.
La región siempre contó con grandes de la canción, recuerda. Las décadas anteriores nos dan para nombrar una constelación entera, solo en la música popular, que va de Carlos Gardel a José José, pasando por Sandro de América, el Puma, Leo Dan, Roberto Carlos y compañía.
Sin embargo, el debut de estos cinco artistas es reflejo de dos tendencias que marcaron la escena. La primera: el paso de los baladistas dramáticos a canciones alegres o de pop romántico.
Además de esto, las industrias musicales de países como Venezuela (Franco de Vita y María Conchita Alonso), Puerto Rico (Chayanne) y República Dominicana (Juan Luis Guerra) comenzaron a competir con la hegemonía histórica de México y Argentina.
Otro aspecto importante fueron los avances en la tecnología de grabación. De acuerdo con un exintegrante de Manantial, a mediados de los años 80 existía mayor acceso a herramientas que permitían potenciar a artistas llamativos por su carisma y figura física, como en el caso de Chayanne y María Conchita Alonso. Esto, afirma, sin negar que también contaban con un gran talento artístico
“Tampoco hay que olvidar que la industria de la música popular gira en torno a las canciones, más que a los artistas y productores. Si no tenés la canción, podés tener el chavalo más bien parecido y la chavala más guapa, el mejor arreglista y el estudio más grande del mundo que no pasa nada”, aseguró Moreno.
Luego de esta pincelada por el panorama existente en la escena musical en 1984, repasemos uno por uno los discos lanzados por Chayanne, Franco de Vita, Juan Luis Guerra, María Conchita Alonso y Andrés Calamaro en aquel año.
Antes de ser el padre perdido de media América Latina, Chayanne era el furor infantil como integrante de Los Chicos, la boyband puertorriqueña de la que fue parte desde 1978 hasta la disolución del grupo en 1983.
Un año después, el adolescente de 16 años lanzó su carrera como solista con el disco Chayanne es mi nombre.
“Al igual que Ricky Martin era un músico que creció en un ambiente profesional muy ‘militar’. Se desarrollaron en condiciones muy estrictas, porque sus productores eran gente que sabía de qué se trataba. Los escogieron porque tenían buena pinta y sabían cantar”, explicó Moreno.
Luego, agregó: “Eran joyitas de la industria que había que cuidarlas. Les buscaban los mejores compositores, productores y los estudios para que pasaran horas de horas grabando”.
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El título de aquel álbum, que no gozó de mucho éxito (en la escala de Chayanne, por supuesto) más allá de algunas canciones como ¿Y qué culpa tengo yo?, era una declaración de intenciones que se volvió premonitoria. Así se presentaba al mundo Chayanne, nombre que desde hace 40 años no dejamos de escuchar.
Franco de Vita nació en Venezuela, como hijo de un matrimonio italiano que migró del continente europeo hacia América. Incluso, parte de su infancia la vivió en Italia, país que inspiró la música que brindó al mundo en su disco homónimo.
“Él venía con una nota parecida a la de los cantantes italianos que pegaron mucho en esas épocas. Franco de Vita no era un galán, pero sí un gran músico, que compone y canta y tiene un estilo muy particular”, explicó Chino Moreno.
A diferencia de los otros cuatro artistas que lanzaron su primer disco en 1984, Franco de Vita comenzó dando un golpe en la mesa. Su álbum debut incluye su inmortal Un buen perdedor, que todavía es uno de los temas más cantados del artista.
“Reitero el hecho de que en la música priman las canciones. Franco de Vita es un gran compositor y eso le ha permitido desarrollar su carrera porque, al igual que gente como Roberto Carlos o Juan Gabriel, son personas que saben hacer canciones que le llamen el oído al público”, aseguró el locutor.
Juan Luis Guerra marcó el ritmo fuerte, primero en el mundo académico. Estudió Filosofía y Literatura en República Dominicana y, luego, se fue a la prestigiosa universidad Berklee College of Music, en Estados Unidos.
Al regresar a su país natal, decidió plasmar toda su inquietud creativa y su formación musical en el álbum Soplando (1984). Esta producción no le dio grandes réditos comerciales, en lo que posteriormente se convirtió en una carrera musical de alto impacto en el mundo.
“Una fusión de merengue tradicional con jazz unido a una vocalización al estilo del grupo vocal estadounidense Manhattan Transfer”, así describe este disco el cantante en su página web oficial.
Este disco no sonó en Costa Rica y el éxito internacional de Guerra comenzó hasta finales de los 80, con canciones como Bachata Rosa o La bilirrubina. Por otra parte, Moreno destaca el “talento y genio” que siempre caracterizó al dominicano.
“Aquí en Costa Rica había mucho prejuicio, si sonaba una maraca, un bongó o un güiro ya era música chatarra. Yo estaba en Radio Titania –y puedo decir que soy muy entendido de música clásica, jazz y bossa nova– y cuando escuché Bachata Rosa dije: ‘Pucha canción más buena’. Cuando busqué consenso, todos me dijeron que era una canción muy ‘maicera’”, relató el músico.
Finalmente, ante los procesos de globalización y la alta exposición de la cultura anglosajona, las personas latinoamericanas comenzaron a buscar sus raíces. Esto propició el éxito de músicos que desarrollaban ritmos tropicales, como Juan Luis Guerra.
El caso de María Conchita Velasco viene con trampa. Si bien es cierto que María Conchita (1984) es su debut como la figura que hoy conocemos, anteriormente había lanzado dos discos, ambos en inglés, bajo el seudónimo de Ámbar.
Aunque ya había dado pasos importantes en telenovelas de su país y el cine estadounidense, esta producción discográfica la catapultó como cantante. Con temas como Acaríciame y Noche de copas, obtuvo su primera nominación para el Grammy, al que posteriormente sería nominada en dos ocasiones más.
“Era una actriz muy original, muy ella. Era como la esencia de la mujer latinoamericana. Tuve la oportunidad de conocerla y ella no era una persona normal; tenía una batería (de energía) más grande que la del resto de gente”, relató Alfredo Moreno.
Tuvo un papel vital Juan Carlos Calderón, quien compuso todas las canciones del álbum debut de la cantante, a excepción de La loca, escrita por las Hermanas Diego.
Calderón, fallecido en el 2012, fue el compositor español responsable de grandes éxitos como La incondicional, célebre canción en voz de Luis Miguel. “Por ahí deben de andar miles de artistas que hicieron canciones buenísimas, académicamente hablando, pero que no le gustaron a la gente”, anotó el experto.
Andrés Calamaro es quizá la nota disonante en esta lista. Con sus respectivos matices, los otros cuatro artistas pueden encajar en estilos más parecidos; sin embargo, Calamaro es un rockero, más cercano a Gustavo Cerati y compañía que a Chayanne.
“Calamaro es de una generación de artistas que tenía como meta hacer canciones originales. Esta gente hacía canciones que eran una pieza musicalmente buena y que le gustaba a la gente. Porque hacer canciones tontas y que gusten, era algo más fácil, aunque no todo el mundo puede hacerlo”, afirmó.
Su carrera musical empezó con éxito en el grupo Los Abuelos de la Nada, que publicaron en 1982 la canción de su autoría Mil horas. Aún siendo miembro de este grupo, decide aventurarse como solista con el álbum Hotel Calamaro.
Esta primera incursión no tuvo un gran éxito en ventas y, probablemente, esta fue la razón por la que el argentino, luego de salir de Los Abuelos de la Nada, buscó refugio en Los Rodríguez. Acompañado de esta banda volvió a lograr un gran hit, con la canción Sin documentos.
Aquel Hotel Calamaro fue más bien un sitio de paso en su carrera en solitario. Sería hasta años después que lograría afianzar su nombre de forma individual, con el lanzamiento de Alta suciedad, álbum que incluye su éxito Flaca.