Algunos dirán que el país se salvó esta semana de los racionamientos eléctricos debido a un golpe de suerte. Otros pensarán que fue un capricho de la naturaleza. Y, a lo mejor, no faltarán quienes lo interpreten como un favor divino.
Pero entre todas las explicaciones posibles, considero bastante improbable que alguien atribuya la continuidad de la prestación del servicio a las decisiones del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).
Desde que anunció su intención de realizar cortes de luz, el ICE advirtió de que la decisión solo se revertiría si comenzaba a llover en las zonas donde se encuentran sus embalses.
La noticia causó sorpresa e inquietud, debido a los trastornos que una medida que no se aplicaba desde hacía 17 años iba a ocasionar en la rutina de los hogares y la actividad productiva.
¿Cómo llegamos a un punto tan crítico? La salida fácil del Instituto fue echar la culpa al fenómeno de El Niño, por la caída en los caudales, y a los proveedores para suplir el faltante con energía térmica.
Olvidó mencionar un pequeño error que cometió en el 2022, cuando decidió aumentar la venta de energía a Centroamérica a partir de un mal cálculo del consumo nacional para el año siguiente.
Debido a esta pifia, el ICE se convirtió hace dos años en el mayor exportador de electricidad en la región, lo cual bajó los niveles de sus embalses. La venta loca se hizo a pesar de la muy probable sequía.
Una decisión de este tipo resulta imprudente e imperdonable en un país en donde las plantas hidroeléctricas aportan más del 70 % de la energía.
Para mal de peores, los ingresos en el 2022, que le valieron al ICE halagos del presidente Rodrigo Chaves, se esfumaron un año después en la compra de combustible para producir energía.
Fue así como esta semana quedamos a expensas de un milagro. Según parecía, a lo único que se podía aferrar la población era a las plegarias o a la danza de la lluvia.
Y el milagro ocurrió. El fin de semana las precipitaciones trajeron alivio a las reservas de agua y permitieron aplazar, al menos por ahora, los apagones.
Todavía quedará un período crítico de espera para saber si la amenaza de los racionamientos sigue viva. Pero una vez superado este episodio, deberá venir el tiempo para pedir cuentas y sentar responsabilidades.
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El autor es jefe de información de La Nación.
