La ambición de un miembro de la baja nobleza que había crecido en la Corte más marinera del
Renacimiento, la de Portugal, le imbuyó de una
vocación de navegante explorador que se impondría a cualquier otra servidumbre.
Convencido de la genialidad de sus ideas geográficas, no habría obstáculo que le detuviera para ponerlas en práctica, ni siquiera el de la obligada fidelidad a su rey.Leer más
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