El lunes lloré cuando supe que
Neeskens había muerto. Es lo que tienen los héroes de la infancia. Viven siempre en tu corazón. En los oscuros años setenta
Cruyff y
Neeskens trajeron la modernidad de aquella naranja mecánica que nos enamoró a todos.
Johan era el genio.
Neeskens el sacrificio. A veces la vida une a los contrarios para crear una perfecta unidad. En su antagonismo se complementaban perfectamente. Como suele pasar en el carácter català, la gente decantó su simpatía hacia el trabajador. No pienso que
Neeskens fuera un gran medio, pero corría por
Rexach y el resto del equipo. Currante del tackle y la recuperación del balón. Chutaba los penaltis fuerte y por el centro, como era él, de forma contundente, honesta y sin engaños.
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