El asistente que con inusitada rapidez levantó la bandera que impidió que subiera el empate del Bayern en el Bernabéu se dirigió después a
Thomas Müller y le dijo: “Lo siento”. No fue suficiente para el desolado delantero alemán, pero fue humano. Todo el mundo se equivoca y reconocer un error eleva a la persona que lo admite. Y el Madrid se plantó en otra final de Champions: habrá jugado contra tres equipos alemanes. Lo hizo con el Leipzig (nadie dijo lo siento, pero se pudo haber dicho), ante el Bayern (el sentimiento fue generalizado) y lo hará contra el Borussia Dortmund (hay quien ya lo siente). Es muy difícil explicar la combinación de épica y errores favorables que han convertido a este Madrid en lo inexplicable. Suena victimista si se prioriza el error y a inacabado si solo se habla de la épica. Pero ambos conceptos han convivido en la historia y se puede dejar a cada cual que ponga el peso que quiera.
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