Algunas despedidas pueden ser dolorosas cuando vemos partir a quienes amamos, y reconfortantes cuando estamos hartos de convivir con otras “personitas”.
Ahora, mi querido 2019, nos despedimos de ti. Algunos con nostalgia y otros quizás un poco o muy hartos por los acontecimientos que nos haya tocado vivir mientras fuimos tus huéspedes.
Cada cabeza es un mundo, dice el refrán, y me atrevo a completarlo añadiendo que con sus continentes y sus profundos océanos. Tenemos nuestras ideas, costumbres, virtudes, manías, buenos y malos momentos, dependiendo de nuestro temperamento, de nuestra salud y de los acontecimientos de cada día.
Qué pena que tengamos la tremenda capacidad de perder el tiempo. Perder el tiempo es perder parte de nuestra vida, lo cual resulta más estúpido que quemar dinero, pues éste se puede recuperar. Cuánta gente suele quemar muchas horas en distracciones que no valen la pena, y pensar que a los niños se les está fomentando ese vicio, cuando podríamos aprender cosas nuevas: tocar un instrumento, aprender a cocinar, hacer ejercicio, participar en actividades de beneficio social y, sobre todo, convivir con nuestra familia con una actitud más positiva y cariñosa.
Me da miedo formar parte de ese gran grupo de seres humanos que parecen nubes sin agua. Por otra parte están quienes ambicionan ser generales en sus ejércitos, sin entender que un ejército formado sólo de altos mandos no sirve para nada. Los soldados son indispensables, además no perdamos de vista que son los soldados cansados y heridos los que ganan las guerras.
Mi querido compañero: Gracias por acompañarme durante estos 365 días. Me gustaría poder repetir algunas de tus jornadas para disfrutarlas de nuevo, y otras para recuperar las horas que perdí, pero eso es imposible. Lo único que puedo hacer es el propósito de aprovechar a tu sucesor —si Dios me presta vida— para esforzarme más y para poder encontrarlo a Él en cada momento, pues sé que siempre estará junto a mí.
Sólo me queda en este momento agradecer tu compañía y tantas oportunidades de vivir dándole a mi existencia ese sentido positivo que la puede convertir en una vida digna de ser vivida.
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