Hemos visto a la política contemporánea aprovecharse de la simplificación más burda para dispersar mensajes que alimentan discursos tan limitados como variopintos. Prácticamente todas las corrientes ideológicas han buscado reducir la complejidad del mundo para conquistar simpatías, solo que contrario a nuestras expectativas el mundo no se ha hecho más sencillo.
Con la simplificación masiva de casi todo aquello que determina la vida pública, el saldo intelectual de los años recientes tiene tintes de fracaso.
Durante un tiempo —sobre todo con la búsqueda de simplificación a los movimientos políticos en Medio Oriente a principio de la segunda década de los años 2000—, pensé que la estructura de pensamiento que habitaba en las redes sociales se había albergado en la arena general. La mayoría de los medios tradicionales replicaban el espíritu ráfaga de las frases cortas en redes: la cultura del titular desplazaba el texto largo y la profundidad de ideas. Hoy considero otra posibilidad aún menos alentadora que se expande sobre el resto los territorios. Menos alentadora porque es más difícil corregirla.
No es que el debate tradicional (político, periodístico, etc.) haya adquirido la estructura de las redes digitales, sino que el deterioro de lo público permitió el acomodo de la simplificación en el discurso de la arena digital.
De alguna forma puede que nos hayamos hecho más simples, creímos que eso era sujeto de orgullo y encontramos las maneras de exacerbarlo.
Hemos abandonado poco a poco el artificio con el que podemos combatir el estado de naturaleza: la idea abstracta y explotada de civilización.
La fascinación natural por hablar de nosotros mismos y relacionarnos con quienes piensan de igual manera, reside en nuestros instintos más primarios. Convivir con quienes se puede discutir y hacerlo en aras de evitar la complacencia, se transformó en una aspiración que con dificultad encuentra lugar en las estructuras actuales.
Las distintas arenas públicas hicieron uso de una condición primitiva: el narcisismo que no ve más allá del espejo y del tiempo en el espejo. Nuestras raíces tribales encontraron los espacios para institucionalizarse en la modernidad. El statu quo de lo simple.
Si bien siempre han sido comunes los gobernantes que llegaron al poder a través de los favores de la simplicidad, la renuencia a la profundidad se transformó ya en amor por la ligereza. Habrá algún día que pensar en la capacidad intelectual de los gobiernos a los que les gusta usar frases hechas y creen posible gobernar con ellas.
Pensar en las sociedades de nuestros años es inútil sin hacerlo en las ideas bajo las que, esas mismas sociedades, ven todos sus males en ajenos y las soluciones en ellos mismos. Una especie voluntarismo masificado que las aliena por cuenta propia y se construye de utopías peligrosas. Xenofobia, nativismos, localismos o identitarismos ideológicos, parten de un lugar construido en un ideario de falsa horizontalidad endogámica.
En esto hay una posibilidad que exige pedagogía política y honestidad intelectual para aprovechar y dominar el arma de doble filo: una posible expansión del interés por la vida pública.
Mis mejores deseos para el año que viene.
@_Maruan
