Hace algunos años, en la ciudad de Zacatecas entablé conversación con un indio huichol que vendía bolsitas y cinturones bordados. Contó que había estado en Tampico pero que nadie compró sus artesanías, por lo que apenas completó para su regreso a Nayarit.
En respuesta a mis preguntas curiosas, me explicó que las flores bordadas son representaciones de la flor del peyote, cuya raíz alucinógena era empleada por los indios de las zonas áridas de México en sus ceremonias religiosas y antes de iniciar sus batallas (en Tamaulipas fue muy empleada por las tribus nómadas). Los adornos de animales representan a los lobos, y los huicholes que portan bolsas con dibujos de este animal son los “adoradores de lobos”, es decir, que aún los veneran como dioses y en las bolsas les llevan alimento a sus cuevas, ya que todavía residen en las sierras nayaritas de la Sierra Madre Oriental.
La religión que practican es un sincretismo de concepciones antiguas paganas, del catolicismo y aun del protestantismo. Pacientemente me explicó que “Dios Padre creó al Hijo diciendo: ‘Hágase la luz’ y la luz se hizo en forma de sol, por lo tanto, el sol es Jesucristo”. El nombre de Dios Padre es Ahuehueacan (recordemos que en náhuatl ‘huehue’ significa ‘anciano’ aunque ellos hablan otra lengua). El dios Tatahuali es el fuego o lumbre, el dios del sol es Tatata-tayahu, o Jesucristo, o bien Tahuipul, o Ahuaviti, que todos son lo mismo. Me dijo que usaban varios nombres para el mismo dios, “al igual que todos ustedes los españoles usan varios, como Jesús, Nazareno, Emanuel y otros”.
Dios Espíritu Santo es Tata Tucari. “¿No ve que cuando Jesús murió”, me dice, “a sus apóstoles les envió una lengüetita de lumbre sobre sus cabecitas, y de ahí empezaron a hablar en inglés (¡oh poderosa influencia norteamericana!) ytodas esas lenguas? Y el que cree en Él, pos, en cualquier momento puede aprender lo que usted quiera”. Marcando la influencia protestante, añadió: “Si uno tiene mucha fe, la fe es la que salva”. Y afirmando su fe en Dios, dijo: “Y luego andan algunos diciendo: ‘Mira, Dios no existe, cuando uno se muere, acaba en la tierra’. Pero yo pienso que por donde quiera que ande uno, Dios anda con uno, y yo creo que sí hay infierno y gloria, y que hay un Dios en el cielo y en la tierra y en todos los lugares”, añadió, recordando las enseñanzas del catecismo católico del Padre Ripalda.
Después de tan hermosa exposición de su fe sencilla, me relató la ceremonia del peyote que efectúan cada año los huicholes en el Cerro Quemado junto a Real de Catorce, San Luis Potosí, del 27 de Dic. al 1 de enero cada año, con motivo de la Llegada del Niño, o sea, el Año Nuevo. (Cabe aclarar que la altura de ese lugar es cercana a los 3000 metros) Ese año volvería a partir con sus compañeros huicholes desde Santa Catarina, Jalisco (colindante con Nayarit), en peregrinación a Real de Catorce, el 25 de diciembre. Para el 27 en la noche ya estarían reunidos junto con sus familiares y algunos visitantes de los alrededores del pueblo. Los huicholes que asisten son alrededor de ochenta, entre quienes se hallan los iniciados en el rito. Estos últimos practican un ayuno riguroso durante los cinco días previos al término del año, y beben en infusión la raíz del peyote, el cual es previamente preparado, macerado, molido y bendecido por sus sacerdotes y “el encantador”. Los adolescentes también beben un poco de la infusión.
Preparan el sacrificio con cinco toros o vacas y dos venados, adquiridos con anterioridad, los cuales son amarrados en círculo en preparación al momento del ritual supremo. Éste llega a las 12 de la noche del 31 de diciembre, cuando la campana de la iglesia de Real de Catorce empieza a repicar. El sacerdote huichol da entonces la voz de “¡Ya!” y se sacrifican los animales. Al día siguiente se destaza la carne en cecina, o bien se prepara caldo o birria con la misma y se distribuye entre los concurrentes en una fiesta que dura todo el día. El 2 de enero regresan a sus lugares de origen.
La próxima vez que veamos a un humilde indio vendiendo su artesanía, no lo miremos como alguien sin importancia…