El presidente y la transformación que impulsa, caminan en sentidos opuestos. La palabra, eje de la construcción de la credibilidad, va quedando empobrecida ante los actos de quien la pronuncia.
Veamos algunos ejemplos. López se jacta de ser un promotor del respeto a los derechos humanos, sin embargo, está persiguiendo como nunca antes en la historia de México, a los migrantes que ingresan por la frontera sur; junto a ello, está la imposición fraudulenta de Rosario Piedra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
También se ha vendido como el mayor admirador de Juárez y heredero de su legado, pero en los hechos, se compara con Jesucristo, cita la biblia, invita a colaborar a evangelistas, promueve cambios legales para que las iglesias tengan mayor acceso a medios y mediante esquiroles, intenta mover reformas constitucionales que terminen con la separación de la iglesia y el Estado.
En las mañaneras declama a los cuatro vientos su respeto por la libertad de prensa, solo para después descalificar a los medios críticos y azuzar linchamientos en su contra. Ha dicho que, nada ni nadie por encima de la ley, para después, mediante consultas ilegales, cancelar el NAIM e imponer Santa Lucía, para continuar con la termoeléctrica de Morelos, para construir la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, todos ellos, proyectos inviables financieramente y carentes de estudios.
Se llama pacifista. Durante años exigió el regreso del ejército a los cuarteles, e incluso, propuso desaparecerlo, pero al llegar al poder creó una Guardia militar disfrazada de civil y multiplicó el presupuesto militar. Hoy, el ejército vigila, construye y ahora también, administrará puertos.
Nadie como Amlo se desgarraba las vestiduras al hablar de soberanía, pero nadie como él se ha postrado ante un gobierno norteamericano de forma tan rápida y lamentable. México, no solo es la policía migratoria de Estados Unidos, con el T-mec, el país terminó por perder algo más que un trato digno en una negociación firmada a ciegas.
Se dice demócrata y ha tolerado de inicio a fin la marranada de su amigo Bonilla en Baja California, ha debilitado los contrapesos institucionales, ha golpeado al árbitro electoral y amedrentado al Poder Judicial.
Públicamente pide unión para enfrentar la inseguridad y luego, ante su fallida estrategia, en un acto cobarde, exhibe a los gobernadores y recorta los recursos para seguridad destinados a los estados. En cuestión económica, pasamos de promesas de crecimiento del seis por ciento, a que el crecimiento no importa.
Y el ejemplo más emblemático de cómo, Obrador se traiciona y traiciona a México, es el supuesto combate a la corrupción, en este tema pasamos de licitaciones públicas con observadores de la ONU, a adjudicar 8 de cada diez contratos de manera directa. Pero la joya de la traición tiene nombre y apellido, Manuel Bartlett emerge como el símbolo vivo, no solo de la simulación, sino también, de la impostura de su gobierno.
El perdón a Bartlett define a un régimen hipócrita, manipulador y groseramente mentiroso y a la mal llamada “cuarta transformación”, como un largo y costoso eslogan propagandístico.
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