Muchos piensan que a la modelo británica Naomi Campbell le patina el coco. Otros piensan que es una perra, como asegura la popular canción. Diría con toda certeza que se le va el avión. Hace unos días se presentó, guapa y elegante como es, a la fiesta de cumpleaños de un hombre que estaba celebrando sus primeros 90, a pesar de que se veía como de 89. El festejado era Gaston Glock, un empresario que ha amasado una fortuna de millones de dólares a costa de la vida de miles de personas en buena parte del mundo.
De origen austriaco, el ingeniero Glock tiene también su canción. La entonan los raperos, los actores hollywoodenses, los soldados y policías, los matones a sueldo y los psicópatas que acribillan a montones de inocentes en universidades, iglesias y salas de conciertos. Un día en su juventud se sintió creativo y se sentó a diseñar una pistola sin saber nada de armas. Ofreció luego el producto de su peculiar talento al gobierno estadunidense.
Empeñados en la búsqueda de un arma pequeña, ligera y con una buena dotación de balas, los gringos dieron brincos de gusto. Pronto el mercado se puso a sus pies. Para finales de los 80 la Glock era una de las armas más populares en el mundo. La portaban policías y soldados y también casi todos los criminales.
Con la famosa pistola en la mano, el imperio del austriaco se extendió por todas partes. Millones de pistolas con su nombre se venden en todo el mundo, superando a Smith & Weson y Kalashnikov.
Se dice que cuando el hombre fuerte de Irak Sadam Husein fue acorralado en 2003 en un desagüe de aguas negras salió a enfrentar a sus enemigos armado con una Glock.
Para llegar al día en que celebró su 90 cumple en compañía de Naomi Campbell y sus cuates y familiares más cercanos, el multimillonario y poco escrupuloso ingeniero sabía bien de lo que se trataba su sangriento negocio. Algo aprendió a la mala. A finales de los 90, su director de contabilidad contrató a un sicario para deshacerse de Glock empleando como arma un martillo. Le había robado hasta cansarse y temía ser descubierto. Con media docena de martillazos en la cabeza y chorreando sangre, el empresario consiguió detener al matón. Logró también sortear las investigaciones fiscales que le cayeron encima durante el juicio que llevó a prisión a su empleado, cuando salieron a relucir las empresas fantasma de las que se valía para disimular sus operaciones financieras. Ante la cuantía de sus millones la justicia fingió demencia y sobrevivió al incidente como si nada.
En algún momento de su poco apacible existencia su camino se cruzó con el de la modelo inglesa que muchos conocen por sus desplantes agresivos. La última vez que se vieron fue en su fiesta de cumple. Luego Naomi se fue a la Semana de la Moda de Londres. Ahí apareció con un vestido blanco con un agujero en la barriga manchado de sangre. En serio.