Ante miles de participantes de todo el mundo se lleva a cabo esta semana la Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz en Mérida, Yucatán. Esta gran reunión que se ha sostenido en lugares como Roma, Barcelona, Berlín, Chicago, París, Hiroshima, ahora tiene como sede a Mérida.
Y es que la capital yucateca, y en general todo el estado, han sido ya por varios años un oasis de tranquilidad y seguridad en el país. Las cosas se han hecho bien desde el punto de vista político, social, policial y ciudadano, y esto ha atraído a muchas personas, inversión e interés en la zona, que pasan por eventos de la talla de la Cumbre con los premios Nobel. El estado es un ejemplo de que la paz se puede alcanzar, aun en épocas complicadas, y que una de las mejores estrategias para ello es la integración de los diferentes sectores, y el acuerdo entre sociedad e instituciones.
Pero nada de esto se podría lograr sin una visión transexenal, de largo plazo y con un esfuerzo continuo, lo cual implica necesariamente ceder en al menos algunas de las pretensiones de los egos e intereses personales o políticos. Claro que no hay sociedad perfecta y que también hay cuestiones que rebasan la capacidad del estado, y que por supuesto con el crecimiento económico, además de oportunidades, vienen retos y efectos secundarios negativos, y que también habrá malos políticos, empresarios, ciudadanos. Y mientras se mantenga cierta unidad en la mayoría, y los egos se vean opacados por la meta en común de la paz, se podrá mantener la tranquilidad y aumentar la calidad de vida. Felicidades a Yucatán. Ojalá se mantenga y que muchos lugares en México tomen sus ejemplo.
Apunte spiritualis. Jeremy Courtney, un ex misionero encubierto norteamericano que ahora vive en Irak, dijo durante su intervención en la Cumbre, que nunca pudo convertir a nadie del Islam al cristianismo, entre otras cosas porque esas acciones van desde el ego. Con paz interior, como principio fundamental para la paz general, dijo, no se intenta convertir, se ama y punto. Buen punto.
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