Dicen que los tickets de avión son el mejor psicólogo: dicen quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Estamos en el aeropuerto (no sé si es la mejor metáfora para la 4T), venimos de un inicio de año —y sexenio— para enfilamos a la puerta de otros seis meses. ¿Cómo nos fue en el primer trayecto? Fue un vuelo tipo Concorde.
El despegue no fue fácil: cancelación del NAIM, guerra al huachicol, desabasto de gasolina, huelgas en Tamaulipas y bloqueos en vías del tren en Michoacán. Nos avisaron que ya no habrá servicio a bordo porque los vuelos son ahora manejados con austeridad republicana. De hecho ningún empleado de la aerolínea puede ganar más que el piloto y eso también se nota en el servicio, un recorte tan al ras en los costos, que ha puesto en peligro muchas obligaciones de la aerolínea (botiquines sin materiales, azafatas que no han cobrado su salario y ayudantes nuevos que tomaron puestos claves aun sin haber visto nunca un avión).
Pero los mínimos indispensables para mantenernos en vuelo están correctos: inflación en mínimos históricos, tipo de cambio sin sorpresas y la IED creció 7% hasta abril, la mayor alza en el arranque de un sexenio.
Nos avisan que las condiciones de vuelo no serán suaves y que estemos atentos a ciertas turbulencias como la ratificación del T-MEC (que atraería inversiones), la abrupta caída de 4% en el gasto público y a los efectos colaterales de la guerra comercial de EU con China. Otro pozo de aire serán las obras de infraestructura del sexenio, con pocos datos de factibilidad y claridad en sus procesos de licitación.
Habrá vientos favorables gracias al comercio exterior: terminamos el semestre siendo el primer socio comercial de la mayor economía del mundo y la disputa que aún no se dilata con los chinos, nos puede traer más inversiones para sustituir importaciones asiáticas. Ojalá se aproveche la turbulencia y aumentemos el porcentaje de componentes nacionales de nuestra manufactura (hoy de solo 27%).
EU tendrá este año, además, la tasa de empleo más alta en 50 años y eso aumenta el consumo (y por ende nuestras exportaciones) y las remesas, que ya van superando a esta altura de 2019 a las que se enviaron en 2018.
Pero hay una tormenta eléctrica que desde que despegamos nos tiene a todos mirando por las ventanillas: Pemex. Una deuda de 103 mil 761 mdd (la mayor de cualquier petrolera en el mundo) que a falta de visos de resolución le bajó la calificación de su deuda (y arrastró a la de México), con licitaciones de farmouts pospuestas hasta octubre y rondas petroleras canceladas por tres años, con apoyos estatales (en cash y en desahogo fiscal) que no terminan de ponerla en las ligas de una empresa energética con un plan de negocios claro para salir de su crisis y comenzar a aumentar su producción de crudo.
Creceremos solo 1% del PIB y se generarán hasta 630 mil empleos formales.
¡Fasten your seat belt!
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@ba_anderson
