La madera del ataúd político de AMLO tiene escrita una verdad universal: en política, la economía manda. AMLO puede ser un hombre ético, con ideales colmados de justicia para los más necesitados.
Puede, incluso, enfatizar que la bondad y sabiduría originarias residen en ellos como pueblo iluminado.
Es más, hasta puede, edificar una estructura de gobierno adecuada para bajar a ese pueblo; becas de 2 mil 400 pesos mensuales para jóvenes universitarios; becas de 3 mil 600 pesos para jóvenes aprendices en empresas;; doble pensión para adultos mayores y atención médica y medicamentos gratuitos para toda la población.
Puede, inclusive, hasta negar el calificado consejo de expertos, para eliminar el NAIM; edificar el aeropuerto en Santa Lucía; construir una refinería en Dos Bocas; proyectar los trenes Transístmico y Maya y levantar 100 universidades públicas para atender a 300 mil jóvenes excluidos.
Empero, ¿de dónde saldrá el dinero para cumplir esos objetivos de justicia social? Lo pregunto, porque AMLO no subirá o creará impuestos; la base fiscal es limitada y no hay una política fiscal eficiente.
¿Será suficiente aplicar mecanismos neoliberales para controlar el gasto, el déficit y la inflación? O despedir masivamente a burócratas para bajar el gasto corriente.
O será bastante con la imposición de la austeridad franciscana a rajatabla y del ahorro proveniente de su lucha anticorrupción.
El punto es claro: sin dinero no hay política, aunque AMLO insista en tener otros datos.
Por ello, la economía grita a la política sin tapujos: las buenas intenciones de AMLO no cristalizarán porque México no crecerá, como lo aseguró él, al 4% los próximos 6 años. Su crecimiento promedio estará entre 1.8 y 2.1% (Banxico, OCDE y FMI).
Peor aún, la economía permanecería en recesión técnica, como lo define la calificadora Moody’s, si la clase empresarial desconfía del proyecto de AMLO para impulsar la inversión y el empleo en el país.
Ese es el talón de Aquiles de AMLO. El lugar donde se clavará la flecha de madera envenenada de la economía.