Las últimas semanas han dejado constancia de que el futbol, por encima de todas las capas que le envuelven, continúa siendo un deporte. Perder de vista el origen de este singular fenómeno, es el riego más grande que puede enfrentar. El verdadero milagro de las emotivas semifinales de Champions fue ese recordatorio: por más que nos empeñemos en mirarlo como cualquier otra cosa, el futbol está hecho de alma, vida y corazón. Hace mucho tiempo que juzgamos a los profesionales de este industrioso juego como seres intocables, inaccesibles o mitológicos; algo hay de eso si solo idealizamos sus privilegios, pero cuando quitamos esas capas al futbolista estelar, siempre encontramos el alma de un deportista envuelto en personas de carne y hueso. En ese espíritu hambriento, sacrificado y combativo siempre estará lo mejor de este juego. En medio de tantos partidos y torneos por todo el mundo, fueron aquellos equipos que están en la cima de todo quienes recuperaron el ejemplo. La lección fue de arriba hacia abajo. El triunfo del Liverpool y del Tottenham, como las caídas del Barça y el Ajax, son una clase de integridad. Cada vez es más difícil encontrar historias como éstas dentro de un espectáculo atenazado por la rentabilidad que exige su incomparable popularidad. Pero, curiosamente, son esas historias que rescatan la parte más humana del futbol, las que mejor se venden. Sumar victorias no es lo mismo que contarlas, un solo relato fantástico puede adherir más fanáticos que cualquier copa. En la templanza para ganar y la entereza para caer se esconde las grandes virtudes de un deporte que ha intentado medir su singular grandeza de forma cuantitativa. Para no ir tan lejos, anclemos en el viejo Liverpool, separado del título de Inglaterra por un maldito punto. El Liverpool es el más grande de los perdedores, buscará merecido consuelo en la Champions para ser el mayor de los ganadores, pero sus 97 puntos para perder la Premier son una derrota tan colosal como hermosa. Es posible que haya más grandeza allí que en la victoria, todo es cuestión de mirar al futbol como un magnífica oportunidad para educar, promoviendo y conservando lo mas valioso que tiene: sus deportistas.