El juez Baltazar Garzón, abogado de Julián Assange, dice que el gobierno de Ecuador miente. Arguye que el presidente Lenin Moreno no habló de las verdaderas razones que llevaron al desalojo de Assange de la embajada ecuatoriana en Londres el pasado 11 de abril.
Ya desde hacía meses, Garzón dijo que al fundador de WikiLeaks le estaban restringiendo las comunicaciones; incluso, había dificultades para mantener contacto con su defensa.
Afirmaba que Assange estaba concentrado en su misión de periodista.
El New York Times y El País presentaron un relato que enfatizaba la versión oficial de Ecuador. El video de El País presentaba a un Assange amiguero, irrespetuoso y emocionalmente errático.
Parecería que, en efecto, la suspensión del asilo y hasta de la nacionalidad ecuatoriana que le habían otorgado al hacker en 2017 fue una consecuencia de la conducta de Assange.
Considerando la vulnerabilidad psicológica humana, así como los antecedentes familiares de Assange (fue un niño itinerante al huir su madre de un esposo abusivo), lo anterior es una posibilidad. Pero debemos considerar también que a nuestro personaje le pusieron una trampa.
Se habla que los verdaderos motivos del desalojo fueron las tensiones entre el presidente Moreno y su antecesor, Rafael Correa, y el préstamo del FMI a Ecuador por 4.200 millones de dólares. Garzón añade que WikiLeaks, de acuerdo con las nuevas normas legislativas estadounidenses, es considerada una organización terrorista.
El arresto de Assange y de su amigo, Ola Bini, es un movimiento de los gobiernos involucrados para crear más control sobre la información. La acusación de Garzón nos advertiría que estamos muy cerca de la criminalización del disenso.
La relación Assange-Garzón debe ser para nosotros una brújula para orientarnos en un mundo inundado de información que parece competer sólo a otros.
Pero cuidado. Una estrategia muy eficiente del fascismo, como lo dice la historia, no sólo es crear narrativas de inculpación sino también provocar que los actores entren por sí mismos en ellas. Ése es su gran poder. Hoy es Assange, ¿mañana quién?