Es muy triste observar las imágenes en vivo y en directo de la icónica catedral de Notre Dame consumiéndose por el fuego.
Resulta lamentable ver La desesperación y tristeza reflejada en el rostro de los miles de parisinos que veían con frustración como desaparecían de la faz del planeta sus emblemáticas gárgolas y como caía al vacío su imponente aguja.
Hacia el cielo, acompañando las enormes columnas de humo, se elevaban también las plegarias de propios y extraños que pedían que todo esto fuera solo una terrible pesadilla, sin embargo, ese milagro de la arquitectura gótica, con siglos y siglos de historia sobre sus hombros, continuaba siendo devastado por el fuego.
Quien no recuerda la eterna obra de Víctor Hugo y su inolvidable jorobado, así como las incontables coronaciones, revoluciones y sucesos históricos que tienen como escenario a la hermosa Señora de parís.
Notre Dame, es un símbolo social, patrimonial y humano, no solo para Francia, para el mundo entero.
La herida que sufre el pueblo galo, nos demuestra que los monumentos, las obras arquitectónicas, las construcciones históricas, son también parte de la identidad de una nación.
Este incendio, que afortunadamente no cobro vidas humanas, conmueve a todos, la gran señora de parís sufre y el mundo entero solamente puede observar.
Es impensable pensar en un Egipto sin sus pirámides, una china sin su muralla, un México sin sus fantásticos vestigios prehispánicos, el país que somos, es en gran medida por la riqueza de sus construcciones históricas que nos dan identidad y orgullo.
Este es uno de esos muy extraños momentos en los que todos los países parece que se ponen de acuerdo, los mensajes de solidaridad y apoyo no se han hecho esperar, las frases de duelo hacia la nación francesa inundan las redes sociales en todos los idiomas posibles.
Tal vez, ese sea el propósito y el reclamo que nos hace la gran Señora, recordarnos qué ante cualquier situación difícil, existe una humanidad solidaria capaz de unirse y hermanarse al enfrentar cualquier adversidad.
