Sencillamente, la actualidad no se puede entender sin lo que representa el celular y el uso de datos. El que cualquier lugar tenga acceso a alguna red WiFi es un servicio necesario, tan indispensable como que tengan servilletas en un restaurante.
Hoy en día, es raro entrar a un lugar público y encontrar gente que no esté pendiente de su teléfono; entre amigos y hasta familiares, se ha vuelto frecuente la escena en la cual ya nadie está platicando, pero todo mundo está usando el celular.
Entre más jóvenes, más adictos: intentar quitarle el celular a un millenial, por más de media hora, es una tarea casi imposible.
Simplemente no hay cómo dejar de ver el Instagram o estar pendientes de los likes y, para los que somos más tuiteros, el fin de los 140 caracteres nos ha convertido en clientes cautivos de un gigantesco foro, el cual hoy protagoniza, como nunca y todos los días, discusiones maniqueas.
Así, durante la semana de repente Facebook e Instagram fallaron, y el sufrimiento de algunos era patente. Pensando en que todo se resuelve en el Whatsapp, seguro muchos pensaron en cómo le harían sin él para trabajar, o varios nos preguntamos cómo le haríamos para vivir esas largas horas.
La respuesta parece fácil: volver a hablar entre nosotros, es más, usar un teléfono fijo y entablar una charla, o quizás revisitar un libro. Todas las opciones valían ante la tragedia. Sin más, no había quien no hablara del apocalipsis cibernético que nos arrebató las redes sociales.
Los números son sorprendentes: hay mil 940 millones de usuarios en Facebook, la red social más usada en el planeta. Le siguen WhatsApp y Facebook Messenger, con mil 200 millones. YouTube tiene mil millones, WeChat cuenta con 889 millones y QQ con 868 millones, mientras que Instagram ya alcanzó los 700 millones.
Tan solo en América Latina, durante este año, seremos más de 380 millones de usuarios de internet; el intercambio de datos crece a un ritmo frenético, y la vida parece dar vueltas alrededor de este nuevo universo paralelo, impersonal y difícil de entender.
Nada me gustaría más que saber qué pasaría si de repente viviéramos nuevamente sin internet, pero particularmente, sin el celular y las redes.
¿Cómo llegarían a cambiar las relaciones humanas y los negocios? ¿Cómo serían los días en que no tuviéramos que reaccionar, todo el tiempo y de inmediato, a la lluvia de información?
La tecnología es, sin duda, una gran herramienta que nos acerca y nos hace más productivos, pero también nos vuelve menos personas, funda diferentes familias y, es en nuestros días, un elemento disruptivo de las relaciones humanas.
Luego del apocalipsis de esta semana, deberíamos buscar hacer un esfuerzo para que compartiendo la comida no existieran teléfonos, o que mientras tomamos un café pusiéramos atención a nuestros acompañantes.
Cada día, al menos un par de horas, tendríamos que vivir apreciando a quienes nos rodean. Le haríamos un favor a nuestra vida.
