En enero no solamente el gimnasio está lleno, también las plataformas de citas se saturan. Ninguna otra fecha en el año registra tantos usuarios en este tipo de apps como el primer domingo después de la fiesta de fin de año. En México, se calcula que existen 65 millones de personas con acceso a la red, y que el 83 por ciento de ellos son usuarios de plataformas para conocer gente, lo que representa 54 millones.
La búsqueda de pareja a través de las aplicaciones forma parte de una nueva etapa en el desarrollo de los vínculos amorosos y refleja la importancia que está tomando la tecnología en nuestras vidas.
Su funcionamiento es relativamente sencillo, el usuario o usuaria registra fotos y una breve descripción y elige las personas que las pueden ver, por ejemplo, la distancia máxima de kilómetros a los que se pueden encontrar esas personas.
Una vez configurado el perfil (así se dice), la aplicación empieza a mostrar algunas fotos, y el usuario puede decidir qué hacer con esa persona. Si aprieta la opción “no me gusta”, no pasa nada. Si le da “me gusta” y a la otra persona también le ha gustado nuestra foto, entonces es un “match”, y empezará el contacto.
Pero, ¿las plataformas de citas, como Tinder, Lovoo, Badoo, OkCupid, realmente permiten que las personas encuentren a la pareja ideal para una larga relación?
Los estudios han revelado que la búsqueda sigue caminos que no necesariamente conducen a ello. La comunicación electrónica se inicia generalmente generando una “máscara” que está orientada a lograr el éxito (o sea, quedar bien). Al elaborar el perfil, las personas elaboran una imagen ideal, el 80% de los usuarios registran datos falsos sobre su peso, medida y edad. Las mujeres proporcionan más datos falsos sobre su físico y su peso. Los hombres no dicen la verdad respecto a su estado civil o a los propósitos que pretenden con la relación.
Estas plataformas de citas van dirigidas a un público joven (entre los 16 y los 35 años) y su fin es ayudar a tener sexo casual o encuentros espontáneos, pero también contribuir a encontrar la “pareja de ensueño”.
Los psicólogos señalan que ya en la elección de las imágenes reside el primer problema, pues la decisión es apresurada y fincada en prejuicios. Por ejemplo, si un hombre escribió en su perfil que “alguna vez estuvo casado”, las mujeres piensan que no es digno de confianza y de que es incapaz de establecer una larga relación.
Una vez establecido el contacto, según los especialistas, las personas empiezan a tratar de decodificar la información que reciben. Si una mujer recibe la foto de un hombre con dos gatos, piensa que seguramente el candidato es un hombre tierno. Si dice que trabaja en un museo, concluye que se trata de un hombre con intereses en el arte. Generalmente las mujeres ignoran ciertas señales y solamente perciben lo que es conciliable con su narcisismo.
Surge entonces una falsa ilusión, el usuario crea historias para llenar el vacío que resulta de la poca información que tiene del “candidato”. Se trata de un verdadero fantasma. El riesgo para el primer encuentro físico es que una mujer acaba subiendo al auto de un perfecto desconocido, por el solo hecho de que afirma que le gustan los gatos.
El principal miedo que tienen las mujeres en estos encuentros es toparse con un asesino. A los hombres les preocupa más que puedan ser rechazados por su físico. A pesar de que las apps son gratis y sencillas y de que la oferta de posibles parejas es amplia, la desilusión es frecuente, pues las apps sirven para establecer contactos, pero los sentimientos no funcionan conforme a algoritmos basados en supuestas coincidencias.
El enamoramiento y las relaciones fuertes son resultado de una comunicación selectiva personal. Las coincidencias en que se sustentan los “matches” constituyen una débil base para construir una relación. En una ocasión una amiga me dijo que estaba terriblemente enamorada de “su amigo” de Tinder. Cuando le pregunté cuándo lo vería en persona, me contestó “No estoy loca, eso acabaría con todo”. Creo que estaba en lo correcto.
Esta columna publica de manera alternativa cada semana un comentario político y un artículo sobre historia o ciencia.