¿Es posible ser una persona a secas, un ser sin adjetivos? ¿Podremos las mujeres alcanzar esa desnudez existencial en este siglo XXI? Los memes y mareas verbales conmemorativos del 8 de marzo apuntan en la dirección contraria. Basta con surfear la oleada de palabras que se han dicho ese día para confundirnos sobre lo que verdaderamente importa. La exuberancia de calificativos es la ruta más eficaz de precarización de lo que las mujeres somos y queremos alcanzar. Un mal augurio.
Las palabras, nos dice la filósofa y escritora Iris Murdoch, son los símbolos más sutiles que poseemos, y nuestra producción humana depende de ellas. Si tomamos esta frase como algo verdadero e importante, ¿Qué hacer con el tsunami de etiquetas? Estoy convencida de que, en el Día Internacional de la Mujer, el exceso está hecho para perdernos del camino, para desorientar. En el gran proyecto de alcanzar la humanidad plena, sin calificativos, el 8 de marzo debe ser un alto en el camino para dejar la autocomplacencia y hacer un examen crítico, una rendición de cuentas de los avances logrados, y un compromiso con el futuro que queremos legar a las siguientes generaciones.
La Organización de las Naciones Unidas fijó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer para afirmar lo ya declarado en 1945: el principio de igualdad entre hombres y mujeres.
A la sazón, ese principio se convierte en uno de los objetivos para el desarrollo sostenible. ¿Qué significa esto para una recién nacida? ¿Para una joven recién graduada que ingresará de tiempo completo al mercado laboral? ¿Para una madre joven que se estrena en la doble carga de trabajo? ¿para una mujer en plena madurez profesional? ¿y qué decir de todas aquellas que cuidan a pequeños y mayores? ¿Qué previsiones legales hay en México para garantizar la realización plena de sus habitantes, y —en concreto— de sus mujeres? No pretendo dar datos específicos, porque aquello que me interesa es expresar una inquietud. Si quiere saber más, sugiero que lea el informe de 2019 del Banco Mundial sobre las mujeres, los negocios y la ley en el mundo. (https://openknowledge.worldbank.org/bitstream/handle/10986/31327/WBL2019.pdf )
Para la realidad mexicana, vale la pena revisar el informe de 2018 de la firma consultora McKinsey titulado “Una aspiración, dos realidades: promover la igualdad de género en México” (busque los informes de la serie womenmattermx.com ), un estudio sobre la percepción y realidad de los empleados cincuenta compañías mexicanas prominentes.
El resultado: la escalera sin escalones. Tanto hombres como mujeres aspiran a puestos de liderazgo; sin embargo, las condiciones existentes no permiten a las mujeres alcanzarlos.
Mi colega Ignacio de la Vega, decano de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey, usa una frase atinada para poner nombre a esa situación particular. La llama soledad numérica. Pocas mujeres llegan hoy a los más altos puestos, y eso las hace más vulnerables.
Agradezco a Nacho su sensibilidad para ver de manera clara una realidad difícil que debemos combatir.
Le agradezco también que haya podido expresar, a través de esas dos palabras, los retos que tenemos por delante.
