Lo que son las cosas. Nada menos. Nada menos que el CCE. El titular del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón levanta, legítimamente, su voz para afirmar: “No podemos permitir que medios estratégicos, como las vías férreas, sean sujetas a estorciones políticas”.
Ahora sí: ESTRATÉGICOS.
Ahora sí tenemos claro que los ferrocarriles, como los puertos, las hidroeléctricas, como las estaciones y tendidos eléctricos, como las plataformas petroleras, las refinerías, los ductos y todas las estructuras energéticas son estratégicos.
Ahora sí entendemos que el Ejército Mexicano y la Armada de México tienen en tiempo de paz, como guardianes institucionales de la soberanía nacional, la misión primordial e ineludible de proteger y preservar las instalaciones estratégicas de la Nación.
Voces ciudadanas de todo el país y de todas las instancias nacionales han manifestado, legítimamente y por todos los medios, su preocupación, plenamente válida, de que las fuerzas militares sean involucradas, por su Comandante el Poder Ejecutivo Federal, en la vida civil; y, peor aun: que el comando del Guardia Nacional quede en última instancia bajo responsabilidad militar.
Resulta ahora necesario también, por claridad mental, más aun: urgente que la institución militar retome su obligación constitucional de preservar y garantizar las instalaciones estratégicas del país y garantizar así la soberanía de la Nación.
El rumbo está marcado claramente desde hace 102 años. Cuando se decidió que la república verdadera no podía estar fundada sobre latifundios en manos de mil familias, con “cuatro quintas partes de los mexicanos” que vivían en servidumbre sin libertad, sin usar dinero, sin médico, sin escuela y por supuesto, sin ciudanía republicana.
No es divertida, ni anecdótica la referencia a que el General Salvador Alvarado, gobernador del Estado de Yucatán, decretara en 1914 que ningún peón estaba obligado a besar la mano de su patrón. Es reveladora de la clase de república que México tenía hace 100 años, con 15 millones de habitantes y menos de 30 mil ciudadanos, todos varones y sólo propietarios.
Por eso, el Pacto Nacional concibió con toda claridad el desarrollo interno y autónomo, sin hostilidades ni exclusivismos; sin muros, pero desde adentro.
Por eso “La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público”.
Por eso, la Expropiación Petrolera en 1938 fue concebida desde un inicio como la palanca del desarrollo nacional propio, con los recursos naturales propios.
Por eso también el gran impulso nacional del siglo XX, en, todos los sentidos y direcciones, no sólo resultó espectacular y de admiración universal desde 1938 hasta 1982 en términos numéricos con un crecimiento promedio de más del 6 por ciento anual, nunca recuperado hasta ahora.
Es también el periodo de la electrificación nacional, de las grandes obras hidráulicas y distritos de riego, de la creciente escolaridad, de las tierras en manos de quienes las trabajan, de los derechos laborales y poder adquisitivo de los trabajadores.
Del abatimiento de las enfermedades, supresión de la malaria en los trópicos, creación de los 4 grandes puertos y siderúrgicas; por supuesto, la construcción de las refinerías, carreteras y multiplicación de ferrocarriles.
A eso hay que añadir: internados, construcción de escuelas y hospitales, universidades y politécnicos, museos y bellas artes, música, cine. Construcción de Cancún y de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas –Las Truchas y de la nueva ciudad.
Claro está: es también el periodo de la institucionalidad del Ejército y de la Armada de México.
Hoy resulta urgente e imprescindible que el Ejército reasuma su responsabilidad esencial en tiempos de paz: Preservar a cabalidad las instalaciones estratégicas nacionales. No inmiscuirse en la salvaguarda cívica. En la preservación estratégica, quien atente es el enemigo; no un simple delincuente.
P.D. El presidente López Obrador está ya poniendo el ojo sobre el otro gran foco de corrupción: “las devoluciones de impuestos en el periodo neoliberal, y es el equivalente a un huachicol, pero grande”.
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