En una ganadería de Torreón, las vacas Anacleta y Clarabella platican, mientras esperan subir al aparato de ordeña. En el fondo suena la Sinfonía Pastoral de Beethoven.
Anacleta: ¿Puedes creer lo que andan diciendo los medio ambientalistas de Torreón?
Clarabella: No Anita, díme por favor. Pero apúrate porque mis ubres ya cosquillean de anticipación.
Ana: Que “la producción intensiva de carne y de leche contamina aguas, genera residuos químicos, gases peligrosos procedentes del estiércol (óxido nitroso) y del sistema digestivo (metano), además de amoniaco que contribuye a la lluvia ácida”.
Clara: No te intranquilices, Anita. Mientras no establezcan una relación entre la cantidad de vacas en Torreón y la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que producimos, nadie se dará cuenta.
Ana: ¡Qué nervios!
Clara interrumpe. Lo sé Anita, cada exprimida a mis ubres es como la primera vez.
Ana: ¡No seas zonza, amiguis!
Me refiero a lo que ya sabemos: “cada una de nosotras emite -entre punes y punes- 90 kilos de metano al año (un gas 23 veces más peligroso que el dióxido de carbono), lo que supone la misma polución generada al quemar 120 litros de gasolina por vaca”.
Clara: Baja la voz porque estos ambientalistas tienen orejas por todas partes. Algunos, y no es leyenda establera, hasta de vacas se han disfrazado.
Ana: Peor aún, son tipo muy exagerados. Imagínate: ¡hasta piensan que nuestros dueños no aman Torreón! Ternuritas. Insisten que ellos están más preocupados por ordeñar nuestra leche y vender nuestra carne sin importarles la sobre explotación y arsenicización de los mantos freáticos; la degradación de los suelos; la contaminación que sale de nuestros punes colmados de metano y la de amoníaco generada por nuestra actividad ganadera. En suma, ellos dicen que a nuestros dueños les vale madre el futuro de Torreón.
Clara: ¡Tontuelos! ¡Si supieran lo felices que somos!
¡PUN! La sinfonía Pastoral de Beethoven se confunde con el pun de Ana y sus amigas, mientras Clara emocionada sube al aparato para ser ordeñada.