Algo se hizo mal en el América la tarde del pasado sábado. Y eso no sucedió en el estadio Azteca, en su partido de la Jornada 5 contra los Gallos Blancos del Querétaro. Ahí superaron con claridad a su rival.
No sé a quién, en la recompuesta directiva americanista, se le ocurrió que a esa hora del partido había que mandar a un nutrido grupo de porristas al aeropuerto para recibir al chileno Nicolás Castillo, la última contratación del equipo.
No creo que alguien pueda probar que toda esa gente llegó al aeropuerto de forma espontánea.
Castillo es un buen centro delantero, un goleador que dejó constancia de su calidad y efectividad en su paso por los Pumas, pero no es una figura atrayente, con características de ídolo que sea capaz de mover ni siquiera pequeñas multitudes.
No puede ser más importante para un fan o seguidor de un conjunto la llegada al aeropuerto de un refuerzo que el propio partido de su equipo. ¿Qué tipo de aficionados son esos que se apersonaron en la terminal aérea?
Evidentemente no son conocedores del futbol… Yo me enteré al estar viendo la transmisión televisiva del partido, pues el canal que lo pasaba hizo al menos un enlace en vivo al aeropuerto con el reportero asignado a cubrir la llegada del chileno.
Alguien tiene que poner en el América un poco de cordura. Y este llamado tiene sentido en función del significado y relevancia interna que le van a dar a Castillo, un jugador con fama de diva que no ayuda precisamente a la cohesión del vestidor.
Cualquier otro día o cualquier otro momento que no coincidiera con un partido del equipo se podría haber legitimado este tipo de bienvenida… Pero, insisto, no cuando hay un partido a esa hora.
Imagínense a cuantos metros del suelo anda el ego del futbolista… Solo espero que no haya sido una exigencia de él o de su representante. Son absolutamente capaces de haberlo pedido.