Josepth Ovalle, joven creador de contenido del distrito de San Juan de Lurigancho, compartió su experiencia como estudiante del Colegio de Alto Rendimiento (COAR), donde enfrentó un exigente proceso de admisión y vivió un intenso período de formación académica. Hoy, con éxito en redes sociales y una destacada labor en la revalorización de las danzas peruanas, reflexiona sobre su paso por esta institución y cómo marcó su vida.
"El examen del COAR era como un examen de San Marcos", recordó Josepth sobre la exigencia del proceso. “Imagínate, tienes 12 años, y en la puerta del colegio ves a niños llorando, súper nerviosos, correteando para llegar a la hora. (...). Nosotros teníamos 12 o 13 años y nuestros papás nos estaban jalando para entrar”, expresó para el canal de YouTube de Todo Good Clips.
El proceso de admisión incluía cuatro fases. "Primero era un examen de conocimientos, luego entrevistas personales, después un ensayo crítico y, por último, una jornada vivencial. Íbamos siendo descartados en cada etapa". En su época, solo existía un COAR a nivel nacional. “Éramos alrededor de 20.000 estudiantes de todo el Perú, y solo entraban 300”.
Sobre la rutina en el COAR, Joseph la describe como una experiencia única y exigente. "Nos despertábamos a las 4:30 o 5 de la mañana para ordenar el cuarto, hacer la cama, dejar todo limpio. A las 7 comenzaban las clases, y terminamos a las 7 de la noche y luego había talleres de 7 a 10 p.m."
El joven enfatiza el choque cultural que vivió en el colegio. “En mi cuarto convivía con alguien de Andahuaylas y alguien de Ica. Mi mejor amigo era de Yurimaguas, y otra era de Huánuco. Ahí conocías las culturas de cada uno”.
Sin embargo, su experiencia tuvo aspectos complicados. "Siento que me trataron de hacer la vida imposible en ese colegio. No había mucho apoyo para el tema de las artes y las comunicaciones. En algún momento, me dijeron que 'tú no vas a llegar a hacer nada', porque no quería ser ingeniero o médico como la mayoría y en ese entonces tenía 14 años".
Durante la pandemia, decidió retomar su pasión por la danza. "Mi primer video de festejo llegó a un millón de vistas. Tenía 100 seguidores y de repente el vídeo explotó. Ahí dije: 'Aquí es'".
Hoy, produce sus propios vídeos y se ha convertido en un referente cultural. "Todo lo hago yo: llevo mi cámara, edito cuadro por cuadro, sincronizo la música. Es una chambaza, pero me encanta".
A pesar de recibir críticas, especialmente por bailar caporales, Josepth lo toma con humor. "Me dicen 'ladrón cultural' y reportan mis videos. Incluso hay grupos de Facebook donde comparten mis vídeos para denunciarlos. Pero yo digo: 'Que sigan comentando, porque eso me da vistas'".
Josepth planea viajar a los 24 departamentos del Perú para documentar sus danzas típicas. "Quiero grabar una danza en cada departamento. Estoy buscando patrocinadores, porque es un proyecto grande, pero creo que vale la pena".