Desde que terminó la guerra en su país, hace poco más de 70 años, el mundo no había visto a soldados de Corea del Norte en combate. Luego de largos decenios de marchar frente a la familia Kim en las calles de Pyongyang, 10,000 o más de esos soldados han salido al mundo como mercenarios de Rusia en Ucrania. Los primeros comentarios no son muy favorables.
No podría ser de otra manera. Han sido despachados a 7,000 kilómetros de distancia, a las puertas de Europa, a una Ucrania donde no conocen el idioma, junto a tropa rusa cuyo idioma tampoco conocen. Además llegan al campo de batalla a compensar las carencias de sus contratantes. No es, entonces, que hayan entrado a esa guerra con el pie derecho.
La máquina de propaganda de Kiev ya se ha puesto en marcha, presentando altas cifras de bajas coreanas en el campo de batalla. Ucrania dice más de 3,000 en el primer mes, Pyongyang habla de solo 1,000. Es notorio que nadie ve a los coreanos haciendo la diferencia en las confrontaciones sobre el terreno.
En EEUU National Public Radio informó sobre 1,000 bajas coreanas en la primera semana desde su aterrizaje. NBC News da una versión en la cual esos soldados son deliberadamente usados como carne de cañón; algunos, se añade, prefieren suicidarse a ser capturados. El panorama de estos refuerzos no es halagüeño, ni para Pyongyang ni para Moscú.
Para el CSIS la evaluación occidental de las bajas rusas a la fecha es de unos 610,000. Moscú tiene que reclutar a unos 30,000 soldados al mes, lo cual no cubre el ritmo de sus bajas. El acuerdo con Corea del Norte alivia tales presiones, pero no las resuelve ni de lejos. Sobre todo si los coreanos están muriendo en Ucrania tan rápido como se dice.
Algunos análisis dicen que todo esto podría tener efectos en la conducta de Corea del Sur. Uno de ellos podría ser tentar a Seúl a enviar a sus propios soldados en ayuda de Kiev. Algo así como reflotar la guerra de Corea a 70 años y 7,000 kilómetros de distancia. Pero la prestigiosa revista Foreign Affairs de este mes va mucho más allá.
Un artículo de Robert E. Kelly y Min-hyung Kim plantea que este es el momento para que Corea del Sur empiece a pensar en su propia bomba atómica para contener la agresividad y el expansionismo militar de Pyongyang.