Georgia se prepara para la investidura como presidente de un exfutbolista afín al partido gobernante el domingo, en un contexto de crisis política desde las elecciones legislativas de octubre, impugnadas por la jefa del Estado saliente y la oposición prooccidental.
Aunque los poderes del presidente son limitados en este país del Cáucaso, la llegada al cargo de Mijeil Kavelashvili, conocido por sus posturas ultraconservadoras y antioccidentales, podría desencadenar una nueva movilización de los partidarios a la adhesión de Georgia a la Unión Europea.
Manifestaciones proeuropeas sacuden el país desde hace semanas, después de que el gobierno decidiera aplazar a 2028 sus ambiciones de ingresar en la UE.
Los detractores del partido gobernante, Sueño Georgiano, también lo acusan de amañar los comicios del 26 de octubre, que ganó.
Kavelashvili, un político de extrema derecha apoyado por la formación en el poder, fue designado presidente el 14 de diciembre por un colegio electoral dominado por Sueño Georgiano, pero la actual mandataria, Salomé Zurabishvili, díscola con el gobierno, anunció que se negaría a entregar su cargo.
"Solo hay una fórmula para resolver una crisis así (...): nuevas elecciones", dijo el 22 de diciembre a los manifestantes, tras declarar "ilegítimas" las legislativas de octubre.
Por su parte, Sueño Georgiano niega cualquier fraude y acusa a la oposición de querer provocar una revolución.
La ceremonia de investidura del jefe del Estado, prevista el domingo, se celebrará por primera vez en Georgia a puerta cerrada, en el Parlamento.
El primer ministro, Irakli Kobajidze, aseguró que si Zurabishvili se negara a abandonar el palacio presidencial "constituiría una infracción penal punible con muchos años de cárcel".
El jefe del gobierno, que descartó celebrar nuevas elecciones, acusó a sus oponentes de "fascismo liberal" y a la UE de "chantaje".
Por su parte, la presidenta saliente hizo un llamamiento al ejército georgiano, afirmando que las fuerzas armadas seguirán siéndole "leales" y que ella continúa siendo "su comandante en jefe".
Durante los diez primeros días de manifestaciones en Tiflis, la capital, la policía dispersó a la multitud con cañones de agua y gas lacrimógeno. Los manifestantes lanzaron piedras y otros objetos contra las fuerzas del orden.
Más de 400 personas fueron detenidas, entre ellas líderes de la oposición, y decenas de policías resultaron heridos. El defensor del pueblo georgiano, Levan Ioseliani, reportó "torturas" a detenidos.
La semana pasada, Estados Unidos y el Reino Unido impusieron sanciones a varios altos cargos georgianos por la represión de manifestantes prooccidentales.
El viernes, Washington anunció que había tomado medidas similares contra el magnate y ex primer ministro Bidzina Ivanishvili.
Sus acciones y las de Sueño Georgiano, que fundó, han "erosionado las instituciones democráticas, habilitado abusos a los derechos humanos y frenó el ejercicio de la libertades fundamentales en Georgia", denunció en un comunicado el jefe de la diplomacia, Antony Blinken.
"Descarrilaron el futuro euro-atlántico de Georgia", dejándola vulnerable ante Rusia, agregó.
Además de la crisis actual, los detractores de Sueño Georgiano acusan al partido de deriva autoritaria.
La formación, en el poder desde hace más de diez años, aprobó este año polémicas leyes inspiradas en el código legislativo ruso, dirigidas contra la sociedad civil y los medios de comunicación independientes y que restringen los derechos de las personas LGTB+.
Esto ya desató manifestaciones masivas en primavera y llevó a Bruselas a congelar el proceso de adhesión de la exrepública soviética a la UE.
im/pop/mr/bds/ib/hgs/jvb