El cambio climático es una realidad que afecta a cada rincón del planeta, hace ya un tiempo que dejó de ser un problema del futuro. Según un informe conjunto de World Weather Attribution (WWA) y Climate Central, el 2024 es el año más caluroso desde que se tienen registros, con temperaturas récord que impactaron la salud, los ecosistemas y la economía global. El aumento en las temperaturas generó un promedio de 41 días adicionales de ‘calor peligroso’ que amenazan a las diversas formas de vida, además de la salud humana.
Las temperaturas extremas intensifican fenómenos meteorológicos devastadores como huracanes, sequías e inundaciones. Además, los científicos alertan que el calentamiento global, impulsado principalmente por el uso de combustibles fósiles en actividades humanas, continua y continuará exacerbando preocupantes eventos climáticos en el siguiente año.
El término ‘calor peligroso’ se refiere a temperaturas tan elevadas que pueden causar daños severos a la salud humana y a los ecosistemas. Según el estudio de Climate Central, en 2024 se registraron 41 días adicionales con estas condiciones, atribuidos directamente al cambio climático inducido por la actividad humana. Este fenómeno afecta a los diversos territorios de distinta forma. Las islas pequeñas y los países en desarrollo han experimentado las mayores consecuencias, debido a su vulnerabilidad y a la falta de recursos para combatir los desafíos.
Además de representar un riesgo inmediato para las personas, el calor peligroso es también un peligro latente para la agricultura, los sistemas de agua potable y la infraestructura eléctrica. En muchos casos, las olas de calor de 2024 superaron los límites que los sistemas de alerta temprana estaban preparados para manejar, lo cual expone la necesidad urgente de mejorar las medidas de prevención y adaptación.
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El 2024 también fue un año marcado por eventos meteorológicos extremos, muchos de ellos vinculados directamente al calentamiento global. Uno de los más devastadores fueron las inundaciones en África, que afectaron a países como Sudán, Nigeria y Chad, donde dejó más de 2.000 muertos y millones de desplazados. Según estudios de atribución, el cambio climático aumentó la probabilidad de estas lluvias intensas en un 30%, lo cual evidencia la influencia humana para que se desencadenen estos desastres.
En Estados Unidos, los huracanes Helene y Milton también dejaron un rastro de destrucción. El huracán Helene, uno de los más mortíferos desde el Katrina, causó 230 muertes y fue intensificado por temperaturas marinas elevadas. Este fenómeno ilustra cómo el cambio climático afecta la frecuencia de estos eventos y también su severidad.
Por otro lado, en Sudamérica, la sequía en la Amazonía alcanzó niveles críticos. La falta de agua llevó a la muerte masiva de árboles, lo cual ocasiona la liberación de dióxido de carbono almacenado en los bosques, lo cual amenaza el cambio climático. Además, las condiciones secas intensificaron los incendios forestales, lo que causó una pérdida significativa de biodiversidad y afectó la calidad del aire, incluso a nivel internacional.
En 2025, los científicos anticipan que el cambio climático continuará intensificando los fenómenos meteorológicos extremos en distintas partes del planeta. Entre los eventos más probables destacan olas de calor más severas y prolongadas, especialmente en regiones vulnerables como África y pequeñas islas en desarrollo.
Las olas de calor aumentan los riesgos para la salud humana y también para la seguridad alimentaria, al impactar negativamente en los cultivos y el acceso al agua potable. Además, la influencia del calentamiento global seguirá potenciando huracanes, tifones y tormentas tropicales, que se prevén más destructivos por el aumento de temperatura de los océanos. Las precipitaciones extremas también podrían intensificarse, lo que incrementa el riesgo de inundaciones en regiones con infraestructura inadecuada.
Por otro lado, los expertos advierten sobre la posibilidad de sequías más frecuentes y severas, como las observadas en la Amazonía en 2024. Estas condiciones podrían generar cambios irreversibles en ecosistemas clave, amenazando la biodiversidad y aumentando las emisiones de dióxido de carbono por la degradación de la cubierta vegetal.
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De cara a 2025, los científicos han presentado cuatro propuestas para mitigar los efectos del cambio climático y reducir el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos. La principal acción es el abandono acelerado de combustibles fósiles en favor de energías renovables. Señalan que la transición debe acompañarse de la detención inmediata de la deforestación en zonas críticas como la Amazonia.
Los expertos también proponen mejorar los sistemas de alerta temprana para que sean más precisos y accesibles en todo el mundo. Se espera que Este tipo de herramientas minimicen las muertes durante eventos climáticos extremos, al proporcionar información clara y oportuna sobre cómo actuar ante las amenazas.
Otra recomendación es comunicar información en tiempo real sobre las muertes por calor. Durante 2024, varios hospitales en África alertaron sobre picos de mortalidad vinculados a temperaturas extremas, lo cual destaca la importancia de mantener una comunicación directa con la población para prevenir tragedias mayores.
Finalmente, los científicos insisten en la necesidad de aumentar la financiación destinada a países en desarrollo, que son los más afectados por la crisis climática a pesar de ser responsables de una fracción mínima de las emisiones globales. Garantizar recursos suficientes para adaptación y mitigación podría ayudar a construir un futuro más equitativo y sostenible.
El panorama presentado en el informe evidencia que el 2024 ha sido un año alarmante para la Tierra. Advierten que si no se toman medidas urgentes, los próximos años podrían traer condiciones climáticas aún más severas. Se dispone del conocimiento y las herramientas necesarias para actuar, pero el tiempo para evitar cambios irreversibles se agota cada vez más.