Un estudio reciente —publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)— ha revelado cómo las mujeres tibetanas, que habitan a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar, presentan características fisiológicas únicas que optimizan su capacidad para sobrevivir y reproducirse en condiciones de bajo oxígeno. Estas adaptaciones, moldeadas por la selección natural, destacan la capacidad del cuerpo humano para enfrentar desafíos extremos.
Los hallazgos muestran que estas mujeres han desarrollado un equilibrio excepcional entre niveles intermedios de hemoglobina y alta saturación de oxígeno en la sangre. Esto permite transportar oxígeno de manera eficiente sin aumentar la viscosidad sanguínea, lo que podría generar complicaciones cardiovasculares. Este ajuste, clave para garantizar un mayor número de nacimientos vivos, demuestra cómo la evolución sigue actuando en la actualidad.
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La vida a gran altitud impone el reto de la hipoxia, una condición caracterizada por la baja disponibilidad de oxígeno. En este entorno, las mujeres tibetanas han desarrollado niveles intermedios de hemoglobina y saturación de oxígeno cercanos al 99%, optimizando la distribución de oxígeno en los tejidos sin comprometer la salud. Este equilibrio permite que el sistema circulatorio funcione eficientemente, reduciendo riesgos como la trombosis o insuficiencias cardiovasculares.
El impacto de estas adaptaciones se refleja directamente en el éxito reproductivo. Según el estudio, las mujeres analizadas tienen un promedio de 5,2 hijos, lo que evidencia cómo las características genéticas y fisiológicas favorecen tanto la supervivencia como la reproducción en condiciones extremas.
Los sistemas cardiovascular y respiratorio desempeñan un rol crucial en estas adaptaciones. Las mujeres tibetanas presentan ventrículos izquierdos más grandes, lo que mejora el bombeo de sangre hacia los pulmones y un mayor flujo sanguíneo pulmonar, que asegura una oxigenación eficiente. Estas características permiten mantener la homeostasis incluso en un ambiente hostil con bajo oxígeno.
El equilibrio entre una adecuada saturación de oxígeno y un flujo sanguíneo óptimo garantiza que estas mujeres puedan dar a luz en más ocasiones, lo que contribuye al éxito reproductivo. Este conjunto de adaptaciones fisiológicas representa una respuesta evolutiva clara a las presiones ambientales de la altitud.
El análisis del gen EPAS1, vinculado a la regulación de oxígeno en la sangre, confirmó que la población tibetana está bajo una intensa presión evolutiva. Este gen, conocido coloquialmente como "gen de la altitud", regula la producción de hemoglobina y está presente en variantes específicas que favorecen la supervivencia en entornos con poco oxígeno.
"La adaptación a la hipoxia a gran altitud es fascinante porque el estrés es grave, lo experimentan todos por igual a una altitud determinada y es cuantificable. Es un bello ejemplo de cómo y por qué nuestra especie tiene tanta variación biológica", explicó Cynthia Beall, líder de la investigación.