El Perú ha sido históricamente uno de los principales productores de oro a nivel mundial, ocupando el sexto lugar antes de la pandemia de la COVID-19. Sin embargo, en los últimos años, su competitividad ha ido disminuyendo, y el país ha ido cayendo posiciones en el ranking mundial de producción de este metal precioso.
A septiembre de 2024, las exportaciones formales de oro del Perú aumentaron un 38,6%, debido en gran parte al alza en la cotización internacional del oro, que en 2023 superó los US$ 2.600 por onza. A pesar de este incremento en las exportaciones formales, la producción interna sigue en descenso, y las perspectivas de crecimiento a corto plazo no son favorables.
Hasta el 19 de noviembre de 2024, según información de Nasdaq, el Top 10 de productores de oro en el mundo es el siguiente:
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Desde mediados de noviembre el Perú ya no figuraba entre los diez primeros productores de oro, dejando su lugar a países como Indonesia. Según el World Gold Council, a finales de 2023, el Perú ocupaba el octavo lugar en la producción mundial de oro, con 126,6 toneladas, una cifra considerablemente menor a las 143,3 toneladas que alcanzó en 2019.
A pesar de las crecientes exportaciones, la falta de proyectos mineros de gran envergadura y la creciente informalidad de la minería están afectando la capacidad del Perú para mantenerse entre los líderes de la producción aurífera.
La caída en la producción de oro del Perú no responde solo a factores internos, sino a una serie de dinámicas internacionales y locales. La producción en 2023, que alcanzó solo 99,7 toneladas de oro formal, no es suficiente para mantenerse en los primeros lugares, especialmente considerando que países como México y Kazajistán también han aumentado su producción.
El sector minero formal del Perú se enfrenta a una fuerte competencia de la minería ilegal, que en muchos casos opera fuera de las regulaciones y con poca supervisión. Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), las exportaciones ilegales de oro podrían alcanzar los US$ 6.840 millones en 2024, un incremento del 41% respecto al año anterior.
Este fenómeno ha permitido que un volumen considerable de oro se extraiga sin cumplir con las normativas y, en consecuencia, afecte la producción formal. La minería ilegal, aunque difícil de cuantificar en su totalidad, representa una importante porción de la extracción aurífera en el país, lo que debilita aún más la competitividad de la minería formal.
Aunque la minería aurífera enfrenta desafíos, el Ministerio de Energía y Minas (Minem) sigue apostando por algunos proyectos que podrían incrementar la producción en los próximos años. Sin embargo, la mayoría de los proyectos mineros en cartera están enfocados en la extracción de cobre, y solo el 13% de los 51 proyectos mineros que se registran corresponden a oro.
Entre los proyectos auríferos más destacados se encuentra San Gabriel, en Moquegua, que se espera inicie operaciones en 2025 con una inversión de US$ 470 millones. A largo plazo, se prevé que algunos proyectos, como la expansión de la mina Tantahuatay (con una inversión de US$ 127 millones), contribuyan a un repunte en la producción, aunque su impacto no se verá reflejado hasta 2029.
Por otro lado, la exploración de nuevos yacimientos de oro ha sido limitada, con solo cinco proyectos en ejecución que suman una inversión total de apenas US$ 28,2 millones. A pesar de que el Perú cuenta con importantes reservas de oro, especialmente en regiones como Cajamarca y Puno, la falta de iniciativas para explorar nuevos yacimientos limita el potencial de la minería aurífera.
En 2022, el Minem estimó que el país posee alrededor de 2.346 toneladas métricas finas (TMF) de oro en su subsuelo, pero la falta de inversión en proyectos de exploración impide que estas reservas sean aprovechadas.
La fragilidad del gobierno y la falta de una respuesta efectiva ante las protestas de los mineros informales podrían seguir alimentando este fenómeno.
El crecimiento de la minería ilegal no solo afecta la competitividad del sector formal, sino que también genera graves consecuencias ambientales y sociales. El uso de mercurio y otras sustancias químicas, además de la destrucción de ecosistemas en regiones como Madre de Dios, se ha convertido en un problema cada vez más difícil de controlar.
A medida que el precio del oro siga siendo atractivo, es probable que esta actividad ilegal siga prosperando, complicando aún más la capacidad del Perú para recuperar su lugar entre los principales productores de oro a nivel mundial.