Ismael Merino Martínez (1936 – 2024) pasó toda una vida dentro de las calmadas aguas de una piscina y al ser tres veces campeón sudamericano de natación decidió instalar una academia, la cual inauguró con su nombre el 18 de enero de 1963 para dejar su legado entre los más de 7 mil deportistas de diferentes edades y categorías.
Su primero logro fue el Sudamericano de Lima en 1952, cuando con apenas 15 años de edad subió a lo más alto del podio. Pero dos años antes, en compañía de los nadadores Aurelio González y Hernán Huerta, ganaron el Bolivariano realizado en Caracas.
“Yo me inicié en la natación a los 12 años. Había un nadador Raúl Cobián, quien me vio nadar y me dijo si quería competir en 50 metros. Yo acepté. La competencia se realizó en el Estadio Nacional, pero tenía que escaparme, ya que yo sufría de bronquitis asmatiforme. Raúl luego me dijo: ‘te tengo una mala noticia, para ti no hay 50 metros, hay 400’. ‘Ya pues, inscríbeme’, le respondí. Competía con nadadores de renombre como Eduardo Villarán, Tato González, entre otros. Esa noche hasta los 300 nadé igual que Eduardo, luego ya me sacó ventaja y los demás venían bastante atrás. A partir de ese momento Walter Ledgar me dijo para entrenar”, reveló Merino en alguna oportunidad.
“Ismael fue un hombre maravilloso, justo, simpático y generoso. Jamás hizo diferencia con la gente y fue muy apasionado por la natación”, comentó para La República su hija Mabel. A poco más de un mes de su partida, la estrella de Ismael Merino continuará brillando como ejemplo para las futuras generaciones de deportistas.