A 5.300 metros sobre el nivel del mar, solo se respira la mitad del oxígeno que se percibe en zonas costeras. La Rinconada, famosa como ‘la ciudad más alta del mundo’, ubicada en Puno, Perú, se extiende desde los 5.100 hasta esa altura, aproximadamente. Sus habitantes llegaron por la instalación de campamentos mineros y hoy es un centro poblado de más de 50.000 personas, según cuenta el investigador francés Samuel Vergès a La República. Él ha dedicado más de una década al estudio de la falta de oxígeno en la salud humana y, en los últimos años, dirige un proyecto que estudia los efectos en este asentamiento.
Vergès cuenta que con su equipo de la Universidad de Grenoble Alpes (Francia) han estudiado la hipoxia en montañas francesas que alcanzan los 2.300 metros, donde se practica esquí. También han llevado a cabo investigaciones en el Himalaya, la montaña más alta del mundo. Pero allí, los habitantes llegan hasta los 4.000 metros. En La Rinconada, es posible vivir a mayor altura gracias a la cercanía de Perú al ecuador, lo que permite más disponibilidad de oxígeno a comparación de otras áreas de gran altitud. Por eso, Expedition 5.300 es un programa de investigación sin precedentes.
Desde 2019, los investigadores trabajan con tres cooperativas mineras del lugar para conocer los efectos de la altura en diferentes funciones del cuerpo humano. “Durante cuatro años, hemos evaluado las cualidades de la sangre, los aspectos del corazón y del flujo sanguíneo hacia la cabeza, entre otros factores”, señala Vergès. Así, conocen que los habitantes de La Rinconada desarrollan adaptaciones únicas a la hipoxia, como niveles altos de hemoglobina. Sin embargo, ello también aumenta la viscosidad de la sangre, lo que genera un alto riesgo de problemas cardiovasculares con el pasar de los años. “Las personas mayores de 40 años tienen más enfermedades relacionadas con la altura”, añade el experto.
¿Qué sucede en el caso de los niños en La Rinconada? Hace un año, Expedition 5.300, en colaboración con la Universidad Peruana Cayetano Heredia y con financiamiento de la Embajada de Francia, inició un proyecto especial para evaluar los efectos de la altura en la salud infantil. Un dato de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que el 70% de niños en Puno tiene anemia. No obstante, los investigadores afirman que hay un error con este cálculo.
La anemia es una condición caracterizada por una insuficiencia de hemoglobina en la sangre. Se ha establecido que, por debajo de ciertos niveles de esta proteína, esencial para el transporte de oxígeno, una persona es considerada anémica. Sin embargo, en La Rinconada y otras zonas altoandinas, los valores para identificar la anemia varían.
“Hay un problema para el diagnóstico de la anemia en niños y niñas que viven en altura. No se sabe exactamente qué factores o métodos se debe utilizar. Nosotros estamos empleando diferentes parámetros, medidas y evaluaciones en la sangre, para entender mejor lo que pasa. Queremos proponer una mejora para el diagnóstico de la anemia adaptado a la altura para niños y niñas”, detalla Vergès.
El organismo, para compensar la menor disponibilidad de oxígeno en altura, incrementa la producción de glóbulos rojos para poder transportar este elemento necesario para la vida, explica el doctor Gustavo Gonzales Rengifo. “Pero, esto hace que la sangre también se vuelva más viscosa. Puede tener todos los nutrientes, pero no entran. A raíz de esa situación, la OMS decidió hacer una corrección”, explica el médico, colaborador de Expedition 5.300 como especialista en fisiología humana en grandes altitudes.
“La OMS dijo que, por cada nivel de altitud, se va a restar el valor de hemoglobina para que sea parecido al del nivel del mar. Pero, ha habido muchas quejas, a través de artículos científicos, diciendo que eso es incorrecto y lo que ha hecho la OMS es modificar la fórmula”, explica Gonzales. “A nosotros nos parece un error”, resalta. El experto sostiene que la anemia debe ser vista de manera integral y no limitarse a una fórmula matemática.
Asimismo, puede haber distintas causas de anemia, diferentes a la insuficiencia de hierro. “Nosotros, en Puno, encontramos que los niños que consumen adecuado hierro, tenían anemia porque un bajo consumo de vitamina C”, dice Gonzales. “Además, si no se consume proteína, por más que haya hierro, la proteína es el transportador. Es necesario verlo de manera integral”, indica.
“Ahora, tenemos los datos de más de 600 niños y niñas y necesitamos meses para analizarlos. Pero, lo que podemos ver directamente es que, solo mirar a nivel de hemoglobina para saber si un niño tiene anemia o no, no es suficiente”, destaca Vergès al respecto. “En agosto del 2025, tenemos un congreso y nuestro objetivo es tener listos los resultados para esa fecha”, anuncia.
“La OMS indicó alguna vez que el 50% de anemia en el mundo era producida por ausencia de hierro y eso hizo que todos los gobiernos le dieran hierro a todos los niños que la sufrían. Desde hace ya diez años que varios artículos científicos sostienen que no es el hierro el responsable de la mitad de anemia”, dice Gonzales. De acuerdo al médico, generalmente, la escasez de hierro no es un problema en comunidades altoandinas, sino la sobrecarga.
“El hierro no se excreta, se acumula. Todo lo que se toma en exceso es almacenado si no se necesita. Y si no se absorbe, va al intestino grueso. Allí, lo utilizan gérmenes patógenos y afectan a las bacterias buenas que tenemos. Estamos alimentando a microorganismos para que se proliferen y nos hagan daño”, explica Gonzales. “El problema es que nadie mide cuánto hierro consume la gente”, expresa.