Tengo a la vista un informe de la Pontificia Universidad Católica sobre las extorsiones. El nuevo fenómeno que paraliza el país, como en su momento fue la guerra interna que Sendero Luminoso y el MRTA nos declaró a todos y cada uno de nosotros, arroja cifras y grupos sociales acogotados cual espanto. Dice el informe de la PUCP que la extorsión ha alcanzado niveles críticos. No solo son los transportistas; también están contra la pared los bodegueros, los obreros de la construcción civil, los mototaxistas, los vendedores ambulantes, los restaurantes, los comedores populares, las peluquerías y los artistas populares. Se pierden más de 6.000 millones de soles al año por la extorsión; esto se lleva el 0,7% del PBI del Perú. O sea —cifras más, cifras menos—, es el 3,5% del PBI al año que le cuesta la inseguridad al país; en buena cuenta, unos 35.000 millones de soles. La fuente es la Cámara de Comercio y la Confiep, así que no son números que uno dispara al viento. Es data dura. ¿Y en qué anda pensando el Gobierno pobre diablo de la señora Dina Boluarte? Quizá, en cirugías, en banalidades o en la porca miseria en la que anda enterrado.
Y según datos de la Policía Nacional, se cometen siete asesinatos en menos de doce horas. ¡Y en pleno estado de emergencia! Por eso, esa clase de medidas no hacen ni deshacen; nos mantienen en el mismo estado de vilo. De acuerdo a la investigadora Erika Solis, que es especialista en criminalidad y violencia, “la extorsión no va dirigida a sectores de gran capacidad económica, se centra principalmente en las periferias, donde no hay casi control ni presencia de las fuerzas del orden y que son espacios muy vulnerabilizados por la informalidad”. ¿Y en qué anda pensando el Gobierno pobre diablo de la señora Dina Boluarte? Quizá, en cirugías, en banalidades o en la porca miseria en la que anda enterrado.
Siete de cada diez transportistas formales han sido extorsionados en lo que va del 2024. Son unos 15.000 soles la cuota de extorsión que se les pide a las empresas. Hay casos que ascienden hasta los 30.000 soles, según el documento de la PUCP. Las cifras son para enloquecer. Más del 50% de los 23.000 bodegueros en el Perú vienen siendo extorsionados a lo largo de este año maldito. En Gamarra, la cosa se lía con el día a día. Son entre 100 y 4.000 soles mensuales lo que paga un comerciante informal en el emporio comercial para cubrir el cupo que piden las bandas de extorsión, según cifras de la Asociación de Bodegueros del Perú y la Asociación de Empresarios de Gamarra. Son unas 300 obras de construcción paralizadas o afectadas por este fenómeno tan parecido al Sendero jijuna que nos redujo a la nada en los ochenta. De acuerdo a la Cámara Peruana de la Construcción, y a la Cámara de Comercio de Lima, son 1.000 millones de soles en pérdidas en el sector de la construcción durante el primer semestre del 2024. ¿En qué anda pensando el Gobierno pobre diablo de la señora Dina Boluarte? Quizá, en cirugías, en banalidades o en la porca miseria en la que anda enterrado.
El sicariato de hoy es tan o más abominable que el senderismo de ayer, que acogota hasta los comedores populares. Son las nuevas víctimas de un fenómeno horrible que ya le conocemos el plot point. Llegan a pedirles hasta 20.000 soles mensuales. En Trujillo, Chiclayo y Piura —por citar tres ciudades protagónicas del norte—, el 50% de los mototaxistas son extorsionados hasta con 500 soles semanales. Según la Asociación de Mototaxistas del Perú, al menos once mototaxistas han sido asesinados en lo que lleva este año de mierda. Y de acuerdo con cifras oficiales del Ministerio del Interior, apenas el 25% de las víctimas denuncia estos delitos. Señala la investigadora Solis que “es simplista creer que con leyes más severas se resuelve la criminalidad; el sistema de justicia necesita recursos, formación y coordinación. Sin eso, cualquier ley queda incompleta”. ¿Y en qué anda pensando el Gobierno miserable de la señora Dina Boluarte? Quizá, en cirugías, en banalidades o en la porca miseria en la que anda enterrado.
Pues, la señora Dina Ercilia se ha procurado a dedicarse en mejorar su rostro. En hacerse muchas cirugías, en buen cristiano. En aceitarse el parche y ponerse tanto bótox en el rostro, hasta que parezca irreconocible. Esta presidenta que nos cayó de carambola surge de la nada. Funcionaria de media tabla en Reniec, cobrándole por cierto hasta el último centavo con lo de su indemnización, hoy funge de jefa de Estado porque este es un país muy generoso. Su ignorancia, su medianía y su nula versatilidad para hablarle a un país han terminado llevándonos contra las cuerdas a todititos. No hay quién se salve con este Gobierno infame. La señora Dina Ercilia mantiene al ministro del hampa —el del Interior— porque resulta que ella y su hermano caminan al margen de la ley. Y el señor en cuestión les ha sido tan útil, mantenido en el cargo, tanto como para ser él mismo un funcionario capaz de encarnar la amoralidad en cuerpo y alma.
Vivimos el momento de la debacle absoluta de las instituciones. Un apocalipsis que viene acompañado de la frivolidad más perversa. Tenemos a una presidenta más preocupada en mejorarse el rostro que en trasquilar a una delincuencia que nos ha puesto en jaque. Tenemos a un primer ministro que más parece un pitbull que un funcionario sensato y necesario para estos tiempos recios. No hay líderes capaces de capear este mal momento. Ya no hay cabezas pensantes capaces de lidiar con un mal clima como el de hoy. La anomia es total. En la política, en los medios, en el empresariado. Nadie es capaz de identificar este momento fatal, como el de uno en el que necesitamos cabezas, liderazgos, gente capaz de entregar el cuello si es posible. Esta nueva extorsión nacional nos sorprende sin alguien que tenga las agallas de responder. Caminamos a nuestra suerte, sin destino. El hampa sigue ganando terreno y Chibolín lo sabe. Ya dejamos de ser el país sin ley, para ser el país sin rumbo, capaces apenas de sobrevivir con lo que tenemos a la mano. Quien sea creyente que rece, y el que no lo es que ajuste.