En el entorno empresarial actual, la gestión del tiempo es fundamental para asegurar el éxito. En compañías tecnológicas como Apple, donde la creatividad y la innovación son relevantes, aprovechar al máximo cada minuto se vuelve una prioridad clave. Dentro de los diversos desafíos en las compañías, las reuniones laborales suelen considerarse un mal necesario, ya que pueden ser tanto un medio de avance como una interrupción que consume recursos.
En este contexto, Steve Jobs, uno de los empresarios más influyentes de las últimas décadas, comprendió la importancia de convertir las reuniones de trabajo en herramientas útiles. A lo largo de su trayectoria, el cofundador de Apple se enfrentó al desafío de cómo maximizar la productividad de su equipo manteniendo el enfoque en los grandes objetivos de la compañía. Lo que Jobs hizo fue ir más allá de las reuniones tradicionales.
Jobs tenía una visión muy clara sobre cómo las reuniones podían influir en la productividad de su empresa. Según Ken Segall, exdirector creativo de Apple, Jobs odiaba las reuniones largas y desorganizadas, ya que interrumpían el flujo creativo de su equipo. Para contrarrestar este problema, el líder de Apple decidió implementar una serie de reglas para mejorar la calidad de estos encuentros. Una de sus estrategias más eficaces consistía en reducir al máximo el número de asistentes y, sobre todo, comenzar con una pregunta sencilla pero directa: '¿Tienen algo en mente?'.
Este enfoque no solo servía para alinear al equipo, sino que también abría la puerta a que los participantes expresaran cualquier preocupación o problema que pudiera interferir en el progreso de la reunión. Con esta pregunta, Jobs lograba que su equipo dejara de lado cualquier distracción y se enfocara en lo que realmente importaba. Además, generaba un ambiente de confianza, donde todos los integrantes se sentían escuchados y valorados. Según el libro Trillion Dollar Coach, esta táctica fomentaba la vulnerabilidad y la apertura entre los colaboradores, lo que mejoraba la cohesión y concentración del equipo.
Pero la pregunta inicial no era la única herramienta de Steve Jobs para mejorar la productividad. Según su biografía autorizada escrita por Walter Isaacson, Jobs era muy estricto en cuanto a la duración y estructura de las reuniones. Consideraba que los encuentros laborales debían ser breves, bien organizados y, sobre todo, tener un propósito claro. Por eso, una de sus reglas de oro era que ninguna reunión debía durar más de 30 minutos. Además, prefería que la agenda incluyera un máximo de tres temas para evitar que los participantes se desviaran en discusiones innecesarias.
Otra de las estrategias que Jobs implementó en Apple fue reducir el número de participantes en las reuniones a entre tres y cinco personas. Según él, un grupo pequeño no solo permitía un diálogo más fluido, sino que también evitaba que la conversación se dispersara o se crearan malentendidos.
Jobs comprendió que para lograr grandes objetivos era fundamental no solo tener una visión clara, sino también ser metódico en la forma de trabajar. Gracias a sus innovaciones en la gestión de equipos, logró que Apple no solo fuera una empresa eficiente, sino también un referente mundial en creatividad e innovación.