Los testimonios de quienes marchaban ayer por diferentes puntos de la ciudad eran estremecedores. Los transportistas son la punta del iceberg, porque el drama del sicariato y la extorsión lo viven a diario bodegueros, emprendedores de Gamarra, colegios, farmacias y cualquiera que dignamente intente llevar dinero a su hogar desarrollando alguna actividad económica independiente.
Son amenazados, colocan granadas en las puertas de los pequeños negocios, cartas, llamadas telefónicas. Se piden sumas de dinero en forma periódica o, de lo contrario, sus familias y ellos sufrirán el ataque del sicariato.
Por esta razón, muchos salieron ayer a las calles, porque viven un infierno y no tienen otra esperanza que sea la autoridad policial o local o nacional la que les devuelva paz y seguridad.
El Gobierno parece sordo ante la demanda. Desde las primeras horas quiso minimizar la protesta. Recurrir a la simplona respuesta de negar lo evidente y de concluir que se trataba de “infiltrados” del terrorismo y luego pasar a la pura represión, lo que muestra que simplemente no tienen propuestas plausibles para enfrentar una realidad que nos golpea a diario. Los peruanos que han perdido la vida o han quedado heridos en este ciclo perverso de criminalidad desbordada no parece despertar atención, solidaridad y menos soluciones.
Está claro que las leyes dictadas por el Congreso y que son conocidas como “procrimen” han alentado esta ola extorsiva. Así lo sostienen los especialistas y analistas políticos que han fijado su posición al respecto. Ante la complicidad del Ejecutivo, que deja pasar este accionar lesivo contra la lucha contra la inseguridad ciudadana, los ciudadanos han demostrado que no están dispuestos a permanecer más tiempo pasivos.
Por lo pronto, en obligado diálogo con los legisladores han exigido la derogatoria de la ley que concede privilegios al crimen organizado. Señalan que no habrá tregua hasta que no se elimine esta medida. ¿Habrá algún cambio en la conducta del pacto que cogobierna el país? Esperemos que, en aras de la paz y seguridad ciudadana, así sea. Queda demostrado que el temor ha sido el gran agitador social en esta oscura etapa que está viviendo el país.