Kompromat es la palabra en ruso para referirse a información, real o fabricada, utilizada para enlodar y eventualmente condenar a una figura prominente, ya sea en la política o en los negocios. A un hispanohablante le evoca las palabras comprometedor y material, que es de lo que se trata. Es algo que antes se tramitaba con documentos impresos y que ahora circula por todas las plataformas.
Es evidente que se trata de una palabra del vocabulario de la corrupción, al cual la Unión Soviética y su secuela han aportado mucho. Por ejemplo, Dezinformatsia es un aporte a la corrupción de la información. Sin embargo, kompromat no ha circulado mucho entre nosotros, pues tenemos alternativas, como la idea de “armarle un muñeco” a alguien.
Alena Ledeneva (Cornell) ha identificado cuatro tipos de kompromat en la política rusa. Uno consiste en revelaciones sobre actividades políticas de una persona. Otro tiene que ver con actividades económicas turbias o ilegales. El tercer tipo vincula a la persona con actividades criminales. Luego están las revelaciones sobre la vida privada.
La parte rusa de este tema es el encanto del idioma de Pushkin, pues, fuera de eso, se trata de prácticas universales en la política o los negocios. Sobre todo ahora que el kompromat se ha modernizado al darse la mano con las noticias deliberadamente falsas. La aspiración a parecer verdad desde la mentira es una obsesión de lo muy contemporáneo.
Pero parte de lo ruso en el término es que, para funcionar fluidamente, el kompromat debe darse en el marco de un Estado con suficiente fuerza para ser autoritario o incluso dictatorial. De otro modo, las revelaciones (reales o fabricadas, insistimos) no van a tener mucho efecto, que es lo que sucede en la política peruana.
Aquí en el Perú hay más, pues la labor de zapa del prestigio de un político o empresario no se basa tanto en documentos como en chismes. En muchos casos, cuando se establece que el kompromat era mentira, ya es tarde. También hay la figura al revés, cuando se advierte que la inconducta a la que nadie le hizo caso, en efecto, era verdad.
Cada país tiene lo suyo dentro de lo coloquial. En Colombia, una corbata es un puesto público de favor. En Francia, un frasco de vino (pot de vin) es un soborno. En Japón, es una niebla negra (kuroi kiri).