La conocida empresa de alimentos en Estados Unidos se ha acogido al Capítulo 11 de la ley de bancarrotas, lo que le permitirá reorganizar su deuda y posiblemente renegociar con sus acreedores. La compañía, que ha enfrentado dificultades financieras significativas, planea cerrar más de 300 tiendas en todo el país, lo que afectará a miles de empleados y consumidores.
Declararse en bancarrota es un proceso al que ninguna empresa desea llegar, pero a veces es la única salida cuando los problemas financieros se acumulan. Generalmente, las empresas que acuden a esta práctica lo hacen por tener un patrimonio negativo, es decir, deben más de lo que poseen en activos. En estos casos, las compañías recurren a la legislación para renegociar sus deudas y obtener más tiempo o cuotas más accesibles para cumplir con sus compromisos financieros.
En el caso de Estados Unidos, este fenómeno se ha vuelto más común tras la pandemia, un periodo que dejó a muchas empresas en situación crítica. Las tasas de interés elevadas, la inflación y los cambios en los hábitos de consumo han contribuido al cierre de muchas compañías, especialmente en sectores como el retail y la alimentación.
Las marcas minoristas han sido especialmente golpeadas, y la industria alimenticia no ha sido la excepción. Un caso reciente es el de la empresa Pure Prairie Poultry, una compañía dedicada a la producción de pollo fresco que cesó sus operaciones el 2 de octubre. La empresa despidió inesperadamente a todos sus empleados tras la decisión de un juez de quiebras de desestimar su caso el 27 de septiembre.
Este colapso financiero tuvo lugar después de que la compañía intentara reestructurarse mediante un proceso de quiebra. En septiembre, Pure Prairie Poultry presentó una moción en el Tribunal de Quiebras de EE. UU. para el Distrito de Minnesota, solicitando una reestructuración financiera. Sin embargo, su principal acreedor, Community Bank and Trust, se opuso a la propuesta de financiamiento de la empresa, lo que complicó aún más la situación.
La firma también solicitó un préstamo de US$15 millones para mantener sus operaciones hasta la resolución del caso de quiebra. A pesar de estos esfuerzos, la compañía se vio forzada a cerrar y despedir a sus empleados, dejando entrever una posible venta de sus activos o una reestructuración extrajudicial.
Tras la pandemia, muchas empresas estadounidenses no lograron sobrevivir a las presiones económicas provocadas por la inflación y las altas tasas de interés. A pesar de los esfuerzos de varias compañías por renegociar sus deudas o reducir costos, el panorama sigue siendo complicado para ciertos sectores, como el alimenticio y el minorista.
Las quiebras en el sector alimentario son una clara señal de que incluso las marcas más establecidas no son inmunes a los desafíos económicos actuales. La combinación de un mal manejo financiero, la creciente competencia y los cambios en las preferencias del consumidor ha llevado a muchas empresas a tomar decisiones drásticas, como cerrar tiendas y reducir su personal.