Existe una gran diferencia entre penas altas y cárcel efectiva.
No es la cantidad de años que le puedes aplicar a una persona que comete un delito, sino que efectivamente le apliques una sanción. El verdadero problema del Perú es la impunidad que genera la sensación o “realidad” de que puedes hacer lo que te da la gana sin que pase nada.
Según los informes de IDEA Internacional 2023 y 2024, los problemas de la democracia (petardeada por el crimen organizado) se equilibraban con contrapesos nacionales e internacionales, diálogo interinstitucional y un espacio cívico fortalecido, sumado a legitimidad en las elecciones, resultado de sistemas electorales sólidos.
En el Perú, todo esta siendo sistemáticamente desmontado y la inseguridad nos tiene de rehenes.
Seis presidentes en seis años y una cantidad de ministros del Interior bastante más alta son un terreno fértil para el sicariato y la extorsión, pasaron de cobrar a asesinar, con el silencio de las autoridades y en algunos casos con su complicidad.
No necesitamos una mano que escriba leyes duras, necesitamos una mano firme que ejecute leyes sensatas.
La ley contra crimen el organizado es un buen ejemplo de que lo que no se debe hacer desde el poder, su modificación genera impunidad.
Corregir los excesos por el abuso de la prisión preventiva en algunos casos o la colaboración eficaz usada para eludir la acción de la justicia es necesario, pero no puede ser la excusa que promueva impunidad en los más altos niveles de poder político y económico. La solución tampoco es declarar estados de emergencia en algunos distritos para que la criminalidad se mude y se agudice en los otros.
Un estado fuerte, no un estado grande.
No es mano dura, es mano firme, y el problema es que en el Perú estamos mancos.