En un reciente estudio publicado en Current Biology, investigadores de la Universidad de Harvard y Stanford revelaron sorprendentes adaptaciones evolutivas en los petirrojos marinos, un pez con características únicas que le permiten caminar y saborear presas usando apéndices similares a patas.
Nicholas Bellono, investigador de la Universidad de Harvard, y su equipo estudiaron a fondo cómo los petirrojos marinos emplean estos apéndices para encontrar comida en el lecho marino sin usar señales visuales. A lo largo de su investigación, identificaron diferencias entre dos especies: Prionotus carolinus, que excava en busca de presas, y Prionotus evolans, que utiliza sus patas principalmente para caminar.
Los petirrojos marinos, pertenecientes a la familia Prionotus, son peces que han evolucionado de manera única al desarrollar seis apéndices similares a las patas de un cangrejo que se extienden desde sus aletas pectorales. Estos apéndices cumplen funciones esenciales para su supervivencia, ya que no les permiten caminar por el fondo marino y también les otorgan una habilidad sensorial para localizar presas enterradas.
Estas extremidades están cubiertas de papilas, que son protuberancias similares a las papilas gustativas humanas. Estas les permiten "saborear" el suelo y detectar la presencia de presas, como mejillones y otros mariscos. Según el estudio, Prionotus carolinus posee patas en forma de pala con una gran densidad de estas papilas, lo que les permite cavar y encontrar alimentos ocultos en el sustrato. Esta especie es seguida por otros peces que aprovechan su habilidad para desenterrar comida.
“Los petirrojos marinos en exhibición me dejaron atónito porque tenían el cuerpo de un pez, las alas de un pájaro y múltiples patas como un cangrejo. Nunca había visto un pez que pareciera estar hecho de partes del cuerpo de muchos tipos diferentes de animales”, señaló a CNN David Kingsley, coautor de ambos estudios, quien se encontró por primera vez con esta especie el verano de 2016.
Por otro lado, Prionotus evolans no presenta esta capacidad sensorial tan desarrollada y sus apéndices tienen una forma de bastón, lo que les permite caminar y explorar, pero no excavar ni cazar de manera tan eficiente.
Las especies de petirrojo marino, como el Prionotus carolinus y el Prionotus evolans, se encuentran principalmente en las costas del Atlántico occidental. En particular, el Prionotus carolinus habita en las aguas poco profundas y arenosas de Nueva Inglaterra y la costa atlántica superior oriental de los Estados Unidos. Este entorno es ideal para sus adaptaciones, ya que les permite excavar y detectar presas enterradas en el fondo marino.
El estudio genético realizado por los investigadores reveló que el desarrollo de estos apéndices en los petirrojos marinos está controlado por un gen regulador conocido como tbx3a. Este gen es el responsable de la formación de las patas y también de las papilas sensoriales que permiten a algunos petirrojos marinos excavar y “saborear” el fondo marino.
El gen tbx3a es un factor clave en la evolución biológica de estas especies. Según los estudios liderados por Nicholas Bellono, este gen es antiguo y está presente en muchos otros animales, incluidos humanos y otros vertebrados. En el caso de los petirrojos marinos, este gen ha sido reutilizado para crear apéndices especializados que cumplen una función dual: caminar y detectar presas.
Los estudios sugieren que la especie Prionotus carolinus desarrolló estas papilas en un periodo evolutivo relativamente reciente, lo que la convierte en un modelo clave para entender la evolución de órganos sensoriales en otros organismos.