"Es un pequeño pueblo tranquilo, bastante agradable. Nunca pensé que pudiera ocurrir algo así aquí", lamenta Lina Blazy, habitante de la localidad medieval de Mazan, cuyo nombre se asocia ahora a uno de los peores casos de violaciones en Francia.
El nombre de esta localidad de 6.000 habitantes próxima al Mont Ventoux, una de las etapas de montaña más famosas del Tour de Francia, suena desde septiembre en las televisiones de todo el mundo, ante el enfado de sus habitantes.
Fue en Mazan, tras un breve período en la región de París, donde Dominique Pelicot violó junto a decenas de desconocidos a su esposa Gisèle Pelicot, a quien administraba a escondidas previamente medicamentos para dormirla entre 2011 y 2020.
Y pese a que solo dos de los otros 50 hombres acusados vivían en Mazan, el malestar es palpable. "Algunos dicen que somos un pueblo de violadores, pero ¡no es así!", exclama Annie Viau, que regenta una panadería cerca del ayuntamiento.
"Para mí, el violador no es de Mazan. Es parisino, pero ocurrió aquí por desgracia", agrega la mujer, en referencia a Dominique Pelicot que se trasladó en marzo de 2013 desde la región de París a este soleado pueblo del sur de Francia.
Viau asegura que pocos clientes le hablan del caso. "La gente tiene cierto pudor", explica la mujer, incapaz de soportar que se manche la reputación de su pueblo.
Cansados de ser bombardeados por las preguntas de los medios de comunicación, algunos clientes sentados en la terraza de un café prefieren no hablar sobre este caso de violación, que se juzga desde el 2 de septiembre en la cercana ciudad de Aviñón.
Por una inquietante coincidencia, Mazan alberga la casa familiar del marqués de Sade, escritor francés del siglo XVIII, y cuyos sulfurosos escritos describiendo escenas de tortura, violación, incesto y asesinato dieron origen al concepto de sadismo.
Este término fue utilizado por el psiquiatra Paul Bensussan en su análisis de la personalidad de Dominique Pelicot durante el juicio, cuando se refirió a su "sadismo sexual con el deseo de humillar a su esposa".
"Está claro que [este caso] no es una buena publicidad para el pueblo y la región", dice el jubilado Frédéric Raymond, apoyado en la barra de un café, señalando que varios agresores de Gisèle Pelicot nunca han sido identificados.
"A veces te cruzas con gente en Mazan y piensas 'quizá...'. Podría ser cualquiera. Los enfermos no lo llevan escrito en la frente", agrega este residente de un pueblo vecino, que subraya el clima de sospecha que reina desde el inicio del juicio.
Aunque los investigadores reconocieron a 72 hombres en las fotos y videos encontrados en los aparatos electrónicos de Pelicot, sólo fueron identificados y juzgados 50, además del principal acusado.
Los agresores sin identificar "son quizás del pueblo... o no", asegura el alcalde de Mazan, Louis Bonnet, quien reconoce el ambiente "angustiante" que crea la incierta posibilidad de cruzarse con ellos en los comercios o en la calle.
El regidor descarta poner en marcha por ahora una unidad de atención psicológica en el pueblo o en las escuelas, ya que todavía nadie le ha dicho que lo necesitaría. "Pero si hay que hacerlo, se hará", concluye.
Sin embargo, algunos piensan en ello, como Cécile Paulin, que se dice "conmocionada" por el caso. Esta especialista en masajes con fines terapéuticos fundó un centro de acogida de mujeres en Mazan y querría abrir un "espacio para romper el silencio".
No únicamente para las víctimas directas de Dominique Pelicot, sino también "para todas y todos quienes lo necesiten", así como para las "víctimas colaterales, como las parejas de los otros acusados", explica.
"Hay que hablar, para que no vuelva a ocurrir. No se puede seguir como si nada hubiera pasado", subraya.