La campaña norteamericana se acelera y se pone al rojo vivo. Se trata de la recta final y se van afinando las estrategias. Por lo pronto, Donald Trump ha decidido que no asistirá a ninguna nueva polémica con la candidata emergente demócrata Kamala Harris. Era de esperarse por los pobres resultados obtenidos por el republicano. No logró convencer a los indecisos, mientras que la actual vicepresidenta dirigió sus baterías precisamente a alcanzar ese objetivo. El primer debate –y al parecer el único– fue seguido por 87 millones de televidentes.
Ella alista un rush final por los estados claves para garantizar la elección. El equipo de Trump se concentra en nuevas estrategias que lo saquen del entrampamiento.
Se trata de un momento decisivo con encuestas que permiten establecer que todavía la aguja puede moverse en cualquier dirección. Va a depender del mensaje que conecte con públicos que podrían ser decisivos y que esperan respuestas sobre las acciones que adoptará los Estados Unidos frente a los temas de agenda que más preocupan: la inmigración, que según analistas es clave para la definición final. Hay quienes apuntan a la economía interna y a la política exterior, y a temas tan controvertidos como el aborto. Hay que recordar que la presidencia de Joe Biden ha tenido un acento muy grande puesto en las mujeres y los derechos que les son inherentes a su condición de ciudadanas. No en vano Harris, en el debate, señaló que “nadie debería decirle a una mujer qué hacer con su cuerpo”.
La tendencia medida por las encuestas señala que Harris va ganando por márgenes ligeros. Quedan casi dos meses hasta que el 9 de noviembre se realice la votación en los Estados Unidos, aunque se aproxima ya la fecha desde que procederá la votación anticipada.
Promover la mayor participación en este proceso también es una de las principales preocupaciones en la campaña, que a estas alturas todavía es una incógnita.